Nos encontramos escasamente a
dos años de cumplirse 500 en que, se consumó, en México, una de las invasiones
más infames de que tenga memoria la humanidad.
Ante este hecho, el
presidente López Obrador envió sendas cartas al Rey de España y al Papa de Roma
para que pidan perdón por las atrocidades, mejor dicho, las monstruosidades
cometidas durante dicha invasión.
Esto generó cierta polémica,
en la que hay que destacar la rabiosa reacción de los que comparten la visión
de los invasores. Resulta inaudita la cantidad de ofensas, mentiras y
despropósitos de esa corriente que volvió a dar la cara públicamente para
manifestar su enojo y su molestia por una petición que, si de algo peca, es de
modestia.
En estas líneas quiero hacer
algunas reflexiones elementales sobre los 500 años de la invasión española:
1.- Frente a las dimensiones
de esa invasión, es absurdo pedir prudencia o neutralidad histórica, para
decirlo de alguna manera. O se tiene la visión de los invasores, o se tiene la
visión de los vencidos.
Pero nadie en su sano juicio,
que tenga una información elemental sobre lo que se consumó en 1521, en el
territorio central de México, puede
justificar la brutalidad de los invasores españoles liderados por Hernán Cortés,
contra la civilización azteca, que se encontraba en su esplendor y, a partir de
ahí, contra las demás culturas localizadas en el territorio nacional.
2.- La República mexicana,
que nació a la vida independiente con la Constitución de 1824, alberga una nación
que, en sus raíces nativas y en el proceso de su formación, fue objeto de ese
hecho brutal que los colonizadores denominaron conquista. Esa brutalidad se
prolongó, como se entiende, durante los trescientos años de coloniaje, dominio
y saqueo, sin par en el Continente Americano.
Además de saquear la riqueza
material, en acciones inauditas, propias de mentes enfermizas y sin escrúpulos,
los invasores destruyeron y ocultaron las formidables construcciones materiales
de civilizaciones milenarias aquí asentadas; se propusieron destruir las
costumbres, las creencias y la cultura en general de lo que encontraron aquí,
con una saña inaudita.
El colonialismo, como el que
sufrimos en lo que hoy es el territorio de México, devoró las comunidades
nativas, a las que primero inmovilizó y
después destruyó para erigir, a sangre, fuego y cruz, sus instituciones. Lo que
no se pudo destruir, se ocultó bajo tierra, hasta casi desaparecerlo, y así
permanecería si no fuera por los esfuerzos que, como nación, hemos realizado
los mexicanos, rescatando innumerables construcciones (y con ellas parte
fundamental de la cultura nativa) que los españoles ocultaron criminalmente.
Los invasores españoles
hicieron apología permanente del crimen y de la destrucción un arma para
establecer, primero, y mantener, después, su dominio. Trescientos años de
coloniaje, fueron tres siglos de avasallamiento, rapiña descarada y destrucción
permanente. Habrá que decirlo una y otra vez.
Se tendrá que pensar como
invasor criminal, estar ciego, ser necio, o cuando menos ser un insensato para
negar lo que significó la invasión y el coloniaje a que dio lugar.
3.- La invasión española es
parte de los cimientos de nuestra nacionalidad, al menos en la etapa moderna de
México, y es un elemento que marcará nuestra historia para siempre.
En sentido estricto la
“conquista” habría significado la absorción del conquistado, su asimilación por
los europeos y la desaparición de todas las manifestaciones humanas alcanzado
en estas tierras mexicanas, habitada por comunidades que no habían salido del
marco de la comunidad primitiva, y lejos se encontraban del esclavismo.
Los llamados conquistadores,
en todo caso, fueron conquistados por la civilización más desarrollada que
encontraron: la civilización azteca y de otras culturas, cuyos territorios también,
fueron invadiendo. Lo que escribieron quienes acompañaban a Cortés, y lo que
escribieron después de consumada la invasión no dejaron de expresar su
admiración (y asombro) por todo lo que alcanzaban a ver, aun cegados por la
avaricia, la codicia y el deseo
enfermizo de imponer sus creencias religiosas.
Debe considerarse que sólo
entre grupos humanos, con un grado de desarrollo no tan amplio, pudo darse la
fusión que se dio, que, a su vez, dio
lugar al mestizaje y, en consecuencia, a la nación mexicana. En tanto que los
grupos nativos que, cuando se consumó la invasión, eran nómadas, no se
mezclaron con los españoles, sobrevivieron toda la colonia, y aún mantienen su identidad
hasta nuestros días formando, con toda legitimidad y orgullo, parte de la
nación mexicana.
En materia religiosa -y a
pesar del predominio de la religión impuesta por el invasor y mantenida por una
institución diabólica, como fue la Inquisición-
sobreviven, después de 500 años, aisladas o mezcladas con la religión
católica, manifestaciones de creencias anteriores a la invasión.
Siguen siendo muy concurridos
los centros ceremoniales prehispánicos, a lo largo y ancho del territorio
nacional, pero sobre todo los que se localizan en la zona centro de México. Es
fácil observar cómo se superponen las creencias de las culturas nativas con las
impuestas por el invasor europeo.
Desde el punto de vista
económico, específicamente por lo que se refiere a la tenencia de la tierra, al
lado de la propiedad privada (institución traída por los españoles) sobrevivió
durante mucho tiempo (y sobrevive a pesar del desarrollo capitalista
prevaleciente) la tenencia comunal de la tierra y el uso común de extensiones
considerables, que se laboran en conjunto o se utilizan como zonas de pastoreó.
4.- Y así como, hoy, el
neoliberalismo criminaliza la lucha de clases, el colonialismo, en todas sus
etapas, criminalizó cualquier intento de rechazarlo o de combatirlo. Siempre
levantó las armas y la cruz, y masacró a la población nativa para difundir y
defender la sacrosanta propiedad privada y la sacrosanta religión.
No hay duda que los españoles
cometieron verdaderas aberraciones, excesos increíbles y masacres horrorosas
contra la población nativa, desde el
momento mismo en que pisaron suelo mexicano. Consecutivamente, o mejor dicho,
frecuentemente cometieron varios genocidios repudiables que, acertadamente, se
han calificado como genocidios de lesa humanidad.
Es totalmente explicable que
los invasores que se quedaron en territorio mexicano después de conseguida la
independencia nacional, fueran vistos con recelo por la población mestiza
dominante. Ese recelo y rencor histórico, hay que decirlo, aún existe.
“Gachupín”, término
despectivo para referirse a los españoles, se sigue utilizando, todavía en
nuestros días, para insultarlos y rechazarlos.
Y si ese término fue cayendo en desuso, se
debió a que los españoles fueron desapareciendo físicamente de manera natural
y, sobre todo, por el enorme respeto y afecto con que los mexicanos recibieron
y trataron a la generación de intelectuales españoles y a sus familias que huyeron
de la dictadura franquista, la mayoría de los cuales ya no están entre
nosotros.
5.- Hoy día, los que mantienen
la visión de los vencedores, reconocen y aceptan que la única cultura y los
únicos valores son los provenientes, ayer y hoy, de los españoles. Desprecian,
abiertamente la cultura nativa, de la que los mexicanos nos sentimos
legítimamente orgullosos.
6.- La inmensa mayoría de los
mexicanos estamos conscientes que de nuestras dos raíces hay una diferencia
temporal clara: nuestra raíz nativa tiene una existencia milenaria, la raíz
española tiene una existencia centenaria.
La superposición de dos
culturas, que se vive todavía en la vida cotidiana de los mexicanos, quizá se
explique de muchas maneras, recurriendo a varias ciencias y disciplinas, pero
nuestro pasado milenario y centenario está en la base de nuestro ser.
7.- Los mismos españoles, de
ahora, no podrán negar que lo que son como país se debe a las incontables e
incuantificables riquezas saqueadas, de nuestro territorio, durante 300 años.
Europa misma levanta su
civilización sobre la sangre, las vidas y los escombros de los incontables
genocidios cometidos a lo largo y ancho de inmensos territorios del mundo.
8.- A pesar de todo, hay que
reconocer que a los españoles debemos tres aportaciones importantes: el idioma
con el que hoy nos comunicamos los mexicanos, la novela El Quijote de la
Mancha, y la generación de intelectuales antifranquistas que fueron recibidos,
en nuestro país, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.
9.- España debe asumir la
responsabilidad histórica que tiene por la invasión y el coloniaje que impuso en
lo que ahora es México, por los asesinatos masivos que realizó desde que arribó
Cortés a Veracruz y la aniquilación de millones de nativos; por la fuerza
brutal que utilizó siempre contra las poblaciones nativas, por la destrucción
material de construcciones que reflejaban la cultura de los nativos, por la
utilización de la religión y sus símbolos como amenaza contra poblaciones que
tenían sus propias creencias; por el saqueo permanente de las riquezas (que
jamás podrán ser, ni cercanamente, cuantificadas) del territorio mexicano; por
la utilización de la Inquisición (y aquí la iglesia tiene una enorme
responsabilidad) a través de la cual castigó, con métodos horrendos, propios de
dementes, a personas que tuvieron la desgracia de caer en sus criminales manos.
La lista se podría alargar hasta el infinito.
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