sábado, 28 de septiembre de 2013

EL PAPEL DE ESQUIROL DE PEÑA NIETO EN LATINOAMÉRICA

La política externa es, siempre, un reflejo de la política interna. No puede ser de otra manera.

El gobierno neoliberal de Peña Nieto ha sido un desastre para los mexicanos, y ese desastre ha tenido su expresión en la política exterior.

Quienes votaron por el PRI, con la esperanza de un cambio respecto a los doce años de mal gobierno panista, se equivocaron rotundamente. El pueblo mexicano sigue sufriendo la continuidad de un modelo de desarrollo rapaz y criminal, que el gobierno del PRI trata de profundizar, entregando el patrimonio nacional a las fuerzas del capitalismo salvaje.

Con la llamada reforma energética los neoliberales (conservadores les denominan desde el exterior) pretenden cometer un despojo violento contra la nación mexicana.

Las medidas políticas, económicas, sociales, y de política exterior del gobierno priista se inscriben claramente dentro del modelo neoliberal. El neoliberalismo es una fábrica eficaz para crear pobres, destruir las instituciones políticas, cancelar los derechos sociales de millones de personas, aniquilar el desarrollo económico autónomo y lesionar la soberanía nacional. Esto está probado y comprobado en México y en otras partes del mundo.

Los neoliberales repiten una y otra vez, hasta el hostigamiento y el cansancio, una retahíla de mentiras para justificar la aplicación de su política antipopular y antinacional.

La realidad ha demostrado que ni defienden el interés nacional, ni combaten la pobreza que sus políticas generan; ni luchan contra las profundas desigualdades sociales creadas por ellos, ni crean empleos, ni desarrollan la ciencia y la tecnología, ni respetan los derechos humanos (en México hablamos de garantías sociales e individuales otorgadas por nuestra Constitución), ni diversifican las relaciones económicas del país, ni  garantizan los derechos de nadie, menos de los niños, de los jóvenes, de las mujeres, de los adultos mayores, ya no se diga de los que sufren alguna discapacidad.

El resultado visible, palpable de la política neoliberal está a la vista de todos: en el interior, 60 millones de mexicanos en la pobreza de un lado y un grupo de multimillonarios que se cuentan con los dedos de las manos, en el otro.

Y hacia el exterior, total sumisión a las políticas de los yanquis. Es más: hay abierta complicidad del gobierno de Peña Nieto con el intervencionismo del gobierno de Obama. Veamos sólo dos aspectos:

1.- El gobierno de Peña Nieto está jugando el sucio papel de esquirol frente a la decisión de la mayoría de los países hermanos de Latinoamérica de caminar hacia su integración. Ya ni formalmente su gobierno se pronuncia por la integración latinoamericana. Está entregado a los brazos de los yanquis.

Por ahí se encuentran las declaraciones demagógicas e incoherentes de los voceros del actual gobierno para “rescatar” el liderazgo de México en América Latina. ¿Cuál liderazgo? ¿El que le imprimió la Revolución Mexicana? ¿El que le dio la política nacionalista del general Lázaro Cárdenas? ¿El que logró el gobierno de López Mateos por su actitud frente a la Revolución Cubana?

¿O el que logró México cuando sus gobiernos aplicaron, en su política exterior, los principios de autodeterminación, de no intervención, de solución pacífica de las controversias, de proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, de la igualdad jurídica de los Estados, de la cooperación internacional para el desarrollo,  y la seguridad internacional?

Es seguro que estos principios, que señala la fracción X del artículo 89 constitucional y que deben presidir la política internacional del gobierno, ni siquiera los conocen ya no digamos los funcionarios, ni siquiera los responsables del área.

Este gobierno neoliberal –en una actitud de “gran potencia”- asiste a las reuniones de las verdaderas potencias económicas a ofrecerles nuestras riquezas, como un mandadero de los empresarios y nunca como mandatario del pueblo. La riqueza y diversidad de las relaciones culturales, científicas, académicas, etc. han sido marginadas para seguir ofreciendo lo que nos queda del patrimonio nacional.

Se quiera o no, al integrar  la Alianza Pacífico, los gobiernos de México, Colombia, Chile y Perú se convierten en voceros de los intereses yanquis. Promueven el libre comercio, pero sobre todo tratan de obstaculizar la unidad e integración latinoamericana, que se expresa a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y otros organismos latinoamericanos. Conscientemente  la Alianza Pacífico -y de manera destacada el gobierno mexicano- les hace el trabajo sucio a los yanquis para dividir a América Latina.

La mayor parte de los países latinoamericanos están dedicados a lograr y consolidar su segunda y definitiva independencia. Hoy es la región más progresista del mundo, que  en bloque rechaza la conducta intervencionista de los yanquis, y que han tenido una actitud digna frente a las agresiones del gobierno norteamericano contra Evo Morales, el espionaje contra Dilma Roussef y, recientemente, las agresiones contra el presidente venezolano Nicolás Maduro.

El aislamiento de México del resto de América Latina es consecuencia directa de esa política proyanqui del actual gobierno federal. Jugar el papel de esquirol, como lo hace  Peña Nieto, le ha generado un enorme desprestigio a nivel mundial, porque la corriente liberadora que recorre gran parte de América Latina y varias regiones del mundo no pasa ni pasará por Estados Unidos de Norteamérica, ni se logrará sometiéndose al dictado de los yanquis.

2.- Peña Nieto y su gobierno se muestran sumisos y condescendientes con la política injerencista de los yanquis en cuestiones que sólo competen a nuestro pueblo.

En días recientes se denunció el espionaje de los norteamericanos contra la presidenta de Brasil y contra el propio Peña Nieto, cuando era candidato y ya en el ejercicio del gobierno.
Entre la respuesta del gobierno brasileño y la del gobierno mexicano se abrió un abismo, donde la dignidad de la mandataria de Brasil marcó una enorme distancia con la indignidad de Peña Nieto, que faltó, así, a sus responsabilidades constitucionales, pues no se trata de su persona, sino de la soberanía nacional agredida por el gobierno de Obama.

El discurso que pronunció Dilma Roussef en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, al denunciar el espionaje yanqui coloca, sin duda, al gobierno de Peña Nieto en el pasado y, lo peor y más grave, en la más abyecta sumisión ante la potencia norteamericana.

Dijo la presidenta de Brasil: "Las intromisiones en los asuntos de otros países violan las leyes internacionales y son una afrenta a los principios que deben guiar las relaciones entre ellos, especialmente entre las naciones amigas. Una nación soberana jamás puede afirmarse en detrimento de otra soberanía".

Y agregó: constituye una grave violación a los derechos humanos y las libertades civiles, la invasión y captura de información confidencial relacionada con actividades empresariales y, sobre todo, de un irrespeto a la soberanía nacional.

Así, o más claro.

Hoy Peña Nieto  provoca vergüenza a millones de mexicanos que le exigen  someter su actuación, en materia de relaciones internacionales, al mandato de la Constitución nacional. No es que quiera o no hacerlo. Su obligación es ajustarse a los principios que deben presidir la política exterior del gobierno.


La dirigente  brasileña y su gobierno se ganaron el respeto y el más amplio reconocimiento a nivel latinoamericano y mundial. Han asumido el papel de defensores de los pueblos agredidos y violentados por el imperialismo yanqui. En cambio, el gobierno de Peña Nieto queda como cómplice del intervencionismo norteamericano contra su propio pueblo.

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