viernes, 16 de agosto de 2013

PROPUESTA DE PEÑA NIETO: TRAICION A LA PATRIA MEXICANA



Como estaba previsto y fue denunciado con bastante anticipación, la propuesta desnacionalizadora del petróleo presentada por Peña Nieto –que también incluye la energía eléctrica- tiene como base las mismas mentiras y falsedades, que los neoliberales han manejado desde 1982.

Sin ninguna duda, la propuesta de modificación a los artículos 27 y 28 de nuestra Constitución, política y jurídicamente es un atentado contra los intereses nacionales.

A simple vista se advierte que la iniciativa de Peña despoja a la nación de una actividad que el texto constitucional vigente le otorga de manera exclusiva, para dar entrada a las compañías petroleras extranjeras y volver a la situación anterior a 1938.

Se trata de una desnacionalización abierta, cínica, y descarada porque no sólo despoja a la nación de su plena soberanía sobre los recursos energéticos, sino que la despoja de los beneficios que su explotación le ha generado desde 1938.

La Constitución nacional, en su artículo 27, resguarda los recursos energéticos petroleros para la nación. Ordena: “Tratándose del petróleo y de los hidrocarburos de hidrogeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la ley reglamentaria”.

La contrarreforma neoliberal que Peña Nieto propone dice: “Tratándoseno se expedirán concesiones y la Ley Reglamentaria respectiva determinará la forma en que la Nación llevará a cabo las explotaciones de esos productos.”.

La reforma peñista abre, así, la puerta para que regresen las compañías petroleras que fueron expulsadas, con la expropiación y nacionalización petrolera, en 1938.

Es un acto de traición a la patria.

Para justificar la desnacionalización, el gobierno de Peña Nieto y su partido han orquestado una campaña intensa plagada de mentiras: le mienten al pueblo cuando le dicen que la economía mexicana crecerá, que se crearán miles de empleos, que bajarán los precios de la gasolina, del diesel, del gas, de la energía eléctrica.

Le mienten cuando dicen que no se privatiza el petróleo. Veamos lo que afirman los voceros de las empresas petroleras extranjeras:

El Washington Post, que no se chupa el dedo y no se anda por las ramas sostiene que “los cambios que Peña Nieto busca en Pemex, un monopolio motivo de orgullo nacional abrirán la puerta para que los gigantes petroleros como Exxxon, Mobil o Shell puedan entrar a este lucrativo sector en México”.

La prensa española, principalmente el periódico conservador y neocolonizador, El País, señala que la apertura al sector privado del petróleo, gas y electricidad promovida por Peña Nieto, dará grandes beneficios a las energéticas españolas.
Así, o más claro señores desnacionalizados y desnacionalizadores.

Queda claro que con su iniciativa, Peña Nieto y su partido pretenden constitucionalizar el saqueo de la nación; su propuesta significa un despojo violento del patrimonio nacional, y trata, al mismo tiempo de legalizar las abiertas e intencionales violaciones constitucionales que sucesivos gobiernos del PRI y del PAN cometieron, al otorgar a empresas privadas contratos en una actividad que nuestra Constitución reserva exclusivamente a la nación.

El gobierno pretende darle legalidad a lo ilegal en aras de quedar bien con sus verdaderos amos.

Por lo tanto, se trata de un despojo constitucional en vía de convertirse en despojo energético -petróleo y electricidad- y de ahí hacia el despojo territorial y de soberanía nacional.

De ese tamaño y de esa gravedad es la propuesta de este gobierno neoliberal.

Peña Nieto vuelve a repetir lo que los neoliberales que asaltaron el poder en 1982 dijeron en el curso de los últimos 33 años en torno a las diversas privatizaciones, y que escuchamos hasta el cansancio.

Cuando se privatizaron, por ejemplo, las líneas aéreas, la industria siderúrgica, las minas; cuando se propuso el Tratado de Libre Comercio y la reprivatización de la Banca, que condujo rápidamente a su extranjerización, prometieron acabar con la pobreza, crear empleos, bajar los precios de artículos básicos de consumo, etc.

Pero los resultados de esas privatizaciones están a la vista de todo mundo: remataron el patrimonio nacional, empobrecieron al pueblo, convirtieron en multimillonarios a unos cuantos; llegó el momento en que México fue el campeón mundial de los salarios más bajos, bajaron los niveles de la educación, convirtieron a México en patio trasero de los yanquis y elevaron estratosféricamente los índices delictivos; cancelaron el crecimiento económico nacional y nos hicieron más dependientes.

El neoliberalismo es una fábrica eficaz para crear pobres. Eso está probado y comprobado en México hasta la saciedad. Después de tres décadas, 60 millones de mexicanos -es decir uno de cada dos mexicanos- padecen algún tipo de pobreza; el desempleo es un azote, principalmente para los jóvenes; el costo de la gasolina, el gas, se incremento brutalmente; la economía mexicana ha tenido el peor desempeño de los países de América Latina, y las desigualdades sociales han llegado a niveles intolerables.

Frente a 60 millones de pobres, el neoliberalismo produjo, en México, 35 multimillonarios, la totalidad beneficiados con las corruptas y escandalosas privatizaciones.

Su obra la culminaron, estos apátridas, con el establecimiento de un régimen antidemocrático con tintes autoritarios y despóticos.

Ahora los neoliberales le siguen mintiendo al pueblo mexicano para continuar rematando el patrimonio nacional. Ninguna de sus promesas se cumplió, ahora tampoco se cumplirán. La amarga experiencia así lo demuestra.

Esas promesas fueron y son simple demagogia, porque a los neoliberales -los de ayer y los de hoy- no les interesa crear empleos, fortalecer la soberanía nacional, mejorar los salarios, bajar el costo de los servicios públicos fundamentales como el uso de la gasolina, el gas, la electricidad, sino garantizar a sus amos las máximas ganancias.

Esta nueva ofensiva contra el pueblo, al pretender entregar nuestro petróleo a empresas petroleras extranjeras, demuestra una vez más que los neoliberales mexicanos son, sin excepción, desnacionalizados y tienen mentalidad de colonizados. A eso le llaman modernidad.

Además, es una aberración política, para no utilizar un término altisonante, invocar en una iniciativa claramente desnacionalizadora la figura del  Presidente Lázaro Cárdenas, nacionalizador del petróleo. Burda y grosera manipulación de la respetada y querida figura de un presidente patriota como Lázaro Cárdenas.

Los calificativos de perverso, falto de ética, irrespetuoso, falseador de la historia, que le han endilgado a Peña Nieto por utilizar a Lázaro Cárdenas para apoyar su proyecto desnacionalizador, son benévolos frente a los que se le hacen masivamente en las redes sociales, que expresan la irritación y el desprecio de amplios sectores sociales.

Al invocar cínicamente al nacionalizador del petróleo para justificar el crimen desnacionalizador que pretende, Peña Nieto traiciona al pueblo de México, traiciona la figura y el legado histórico de Lázaro Cárdenas y traiciona, también, la política nacionalista del Presidente Adolfo López Mateos, bajo cuyo mandato se incorporaron las disposiciones constitucionales nacionalistas que Peña quiere borrar.

Por cierto, en una actitud de bravucón de barrio el dirigente nacional del PRI dice que saldrán a la calle a defender la iniciativa desnacionalizadora de Peña Nieto.

Que se recuerde, en México, la única movilización amplia que encabezó, no el PRI, sino el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, arropado ideológicamente por el patriota Lázaro Cárdenas, es decir por el nacionalismo revolucionario, fue para apoyar la nacionalización del petróleo, defendida por el pueblo en la que participó con sus aportaciones económicas para pagar a las petroleras.

La movilización popular alrededor de la Nacionalización de la Banca, decretada por López Portillo, no la encabezó el PRI, sino otras fuerzas progresistas. Al PRI no se le da la calle y menos cuando pretende justificar este atropello al interés nacional.

Los mexicanos sabemos que, hoy, los intereses populares no están representados por ninguno de los poderes de la Unión, al contrario, como lo muestra la iniciativa energética de los desnacionalizados, esos poderes son enemigos del pueblo y de la nación.


En estas circunstancias sólo el pueblo soberano puede impedir que se consume el nuevo crimen neoliberal de lesa patria. Su resistencia y oposición a la conducta entreguista de Peña Nieto, su partido y los alcahuetes del PAN, debe acompañarse con acciones que denuncien, enjuicien y castiguen a los traidores a la patria. Llegó el momento de definir y realizar esas acciones para castigar la felonía de los gobernantes.

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