lunes, 17 de septiembre de 2012

PROPUESTA NEOLIBERAL DE PEÑA NIETO



La privatización es una política intencional para estafar a la nación de su patrimonio, en beneficio privado.

La religión neoliberal que profesa la OCDE, el FMI, el Banco Mundial ha sido impuesta a grupos de desnacionalizados en países como México que, con descaro, presentan esa política como nativa y la aplican sin ninguna consideración.

La política neoliberal ha quebrado a la nación, saqueado al país y empobrecido al pueblo. El neoliberalismo es la madre y el padre de la inseguridad pública y de la elevada criminalidad que ha golpeado a los mexicanos como nunca.

Ese modelo depredador es descrito, con precisión, por Viviane Forrester en su extraordinario libro “Una extraña dictadura”, publicado por el Fondo de Cultura Económica. De ella cito  textual y ampliamente el siguiente párrafo:

Adaptarse a la consigna. Adaptarse una vez más y siempre. Adaptarse al hecho consumado, a las fatalidades económicas, a las consecuencias de esas fatalidades, como si la coyuntura sí fuera fatídica, historia concluida, época condenada a prolongarse para siempre. Adaptarse a la economía de mercado, es decir, especulativa. A los efectos del desempleo y su explotación desvergonzada. A la globalización, es decir, a la política ultraliberal que la rige. A la competitividad, es decir, al sacrificio de todos en aras de la victoria de un explotador sobre otro, participantes ambos del mismo juego. A la lucha contra el déficit de las cuentas públicas, es decir, la destrucción progresiva de infraestructuras esenciales y la supresión programada de las protecciones y conquistas sociales. Adaptarse a la desregulación económica que sustentan una revolución reaccionaria y agresiva, que se pueden calificar incluso de insurreccionales, pero que se han instalado con toda tranquilidad, oficialmente, aceptadas e incluso alentadas, aunque anulan cualquier ley que se erigen en barrera de la voluntad especulativa, aunque violen impunemente las leyes que garantizan poner cierto freno a la injusticia y sin las cuales triunfa la tiranía. Adaptarse al cinismo de las conductas mafiosas autorizadas, convertidas más que en familiares, en tradicionales. Adaptarse al traslado de empresas y a la fuga de capitales, los paraísos fiscales, las desregulaciones anárquicas, las fusiones enormes, las especulaciones criminales, aceptadas como si tal cosa, como producto de leyes naturales, contra las cuales es inútil rebelarse. Adaptarse, ya de suyo, a la soberbia de la incompetencia, a su soberanía de derecho divino. Adaptarse…se necesitarían muchas páginas para completar la lista”.

Se hace esta cita para que se compare lo que es el ultraliberalismo, como denomina Viviane Forrester al neoliberalismo, y los pronunciamientos de quien asumirá el sexto gobierno neoliberal, en México, el próximo 1° de diciembre.

No tenemos que esperar mucho tiempo para comprobar que la contrarreforma laboral, presentada formalmente al legislativo federal por Calderón, es la primera reforma neoliberal de Enrique Peña Nieto, y si, además, con él se restablece el presidencialismo más rampante, y la sujeción abyecta de los diputados y senadores del PRI a las políticas diseñadas desde Los Pinos.

Si el Partido Revolucionario Institucional la aprueba no habrá ninguna duda: será una contrarreforma, presentada por los panistas, con el pleno acuerdo de la cúpula del PRI y su candidato presidencial para agredir a los trabajadores de México, y si eso ocurre, los priistas tendrán, por lo menos, que desaparecer de sus documentos básicos cualquier declaración a favor de la clase trabajadora, pues no podrá decirse que los defiende cuando en realidad los agrede.

En esencia, la contrarreforma laboral trata de elevar a rango de ley la precariedad en el empleo, el tiempo parcial, el despido fácil y rápido de los trabajadores, la limitación al derecho de huelga y los bajos salarios para salvaguardar las ganancias empresariales.

Es insensato, cruel y criminal afirmar, como lo hacen los neoliberales, que la falta de crecimiento se debe a la existencia de derechos sociales de los trabajadores y, por lo tanto haya que limitarlos, primero y desaparecerlos, después.

Así los derechos políticos, que tanto cacarean, se han convertido en una burla, porque pretenden cancelar los derechos sociales.

En estas circunstancias el papel contrarrevolucionario del PAN será como en 1988, con Salinas que, por cierto, se convirtió en el ideólogo de los discípulos de Gómez Morín.

El “nuevo” PRI, es decir, la nueva generación de priistas, alejado de los principios de justicia social que proclaman sus documentos básicos, tiene más cercanía y plena identificación con la política neoliberal, y tiene en común con los panistas que sus representantes más conocidos son egresados de universidades privadas, con estrechos lazos familiares entre sí.
Por ello no causa sorpresa que la cúpula del PAN, aún con alguno que otro dinosaurio antediluviano, muestre su mayor alegría al reunirse con Peña Nieto. Todas las fotografías publicadas a raíz de esa reunión y las expresiones de alegría de los reaccionarios panistas justifican las zancadillas que le dieron, oculta y abiertamente, a su mala candidata presidencial.

El PAN ni en sueños será un partido de oposición, como no lo fue en los gobiernos neoliberales de Miguel de la Madrid, Salinas y Zedillo.

Con un proyecto neoliberal que los identifica, la cúpula priista y los panistas están a partir un piñón.

Al mismo tiempo, las anunciadas reformas en materia de petróleo y electricidad, la reforma a la seguridad social, la reforma fiscal tienen el propósito de concluir la privatización en esos sectores: desnacionalizar el petróleo mexicano y entregarlo a los intereses de empresas extranjeras, privatizar la seguridad social y fortalecer las cargas fiscales sobre el pueblo, sin tocar los poderosos intereses económicos. El propósito anunciado de gravar mediante el IVA a medicinas y alimentos, deja muy clara la política antipopular que continuará.

Frente a esas contrarreformas que definen la esencia de las políticas a seguir y, de manera especial, el compromiso (sutilmente calificado de “Declaración de Intenciones”) que Peña Nieto hizo ante la OCDE, organismo imperialista mejor conocido como “El Club de los países ricos”, para privatizar lo que queda de PEMEX, la promesa de legislar en materia de transparencia parece una burla a los mexicanos. “Impulsar un plan de desarrollo energético estratégico”, basado en la apertura de la inversión privada en Pemex, es un compromiso no una promesa.

No se diga que se gobierna para el pueblo y para salvaguardar los intereses de la República cuando se contraen esos compromisos, con un organismo claramente representante de los poderes económicos a nivel mundial.

A esos últimos temas y a la continuidad de una política exterior errática y ajena  a la histórica política exterior mexicana, me referiré en el siguiente artículo.

La tarea de las fuerzas democrática de México está por ahora muy clara: hay que combatir el neoliberalismo del “nuevo” PRI porque seguirá agravando las condiciones precarias de la inmensa mayoría de los mexicanos, conducirá a un mayor número de compatriotas a la pobreza, a la miseria y a la desesperanza; dañará aún más la soberanía nacional y aumentará la injerencia yanqui en los asuntos que sólo competen a los mexicanos.

El patriotismo no es cosa del pasado como proclaman vergonzantemente los desnacionalizados. El patriotismo, que abrevamos en la rica fuente de la historia nacional, es un deber para rescatar a la nación de las garras neoliberales y proyectarla libre, soberana y justa.

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