martes, 15 de mayo de 2012

BRUTAL OFENSIVA CONTRA PEMEX EN LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL


Desde 1982, cuando el gobierno de Miguel de la Madrid cambió el modelo económico emanado de la Revolución Mexicana, caracterizado por la intervención del Estado en la economía, y se inició el neoliberalismo, rematando el patrimonio nacional bajo el pretexto del Estado obeso, se colocó a Pemex en el centro de las políticas depredadoras de los tecnócratas.

Ha sido permanente el trabajo de neoliberales, priistas y panistas, por destruir la empresa a través de la cual tomó cuerpo la expropiación y nacionalización del petróleo decretada por el presidente patriota, Lázaro Cárdenas.

En los dos sexenios panistas –la llamada docena trágica- el propósito por destruir a Pemex ha llegado hasta lo inimaginable. Han sido documentados infinidad de casos de corrupción cometidos por los funcionarios panistas que colocan a la empresa de los mexicanos al borde de la quiebra, o al menos con agudos problemas económicos.

También los gobiernos panistas han sido omisos en la detección de la “ordeña” de que ha sido objeto Petróleos Mexicanos. Se nota, a todas luces, la complicidad del PAN en esos hechos delictivos que atentan directamente contra el patrimonio de los mexicanos.

Y de manera abierta los panistas han continuado la política de los neoliberales priistas de entregar a particulares actividades reservadas exclusivamente a la Nación por mandato expreso del artículo 27 constitucional.

A pesar de la política antinacional seguida contra Pemex, la empresa ha aguantado 30 años de constantes saqueos, ha soportado políticas agresivas que buscan destruirla, y el propósito no confesado de entregar nuevamente la riqueza petrolera a empresas norteamericanas y, ahora a las españolas, principalmente.

Pemex sigue estando en la mira de los intereses transnacionales, pues saben que cuentan con la complicidad de los gobernantes mexicanos. Se frotan las manos –en medio de la campaña presidencial en México- al escuchar los pronunciamientos de tres de los cuatro candidatos que se declaran partidarios de abrir petróleos mexicanos a los intereses privados o de plano decididos a privatizar Pemex como lo proponen la reaccionaria y escuálida candidata del PAN o el locuaz empresario del Panal, que se ha ganado bien el calificativo de mercenario.

Quienes no hablan de privatización, pero sí de abrir Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada, como lo hace Peña Nieto, saben bien que en México no existen empresarios con capacidad técnica para incursionar en actividades de exploración, extracción y transformación de los recursos petroleros de nuestro subsuelo.

Hablar de abrir Pemex a la inversión privada, es hablar de abrir a la empresa petrolera de los mexicanos a la inversión extranjera, concretamente a las empresas petroleras yanquis y españolas; es hablar de regresar lo que con muchos sacrificios recuperó el pueblo mexicano en 1938. Significa regresar a la política porfirista entreguista. Ni más ni menos.

Hace tiempo, cuando el Licenciado Peña Nieto ya se colocaba en las preferencias electorales, según las encuestas, el grupo que comanda Carlos Salinas de Gortari le planteo la privatización de Pemex.

El gobierno del Licenciado Peña Nieto realizó, en Toluca, los Foros de Reflexión “Compromiso por México” (que aparecieron en internet y se encuentran publicados en una edición especial). Precisamente en materia económica y particularmente en materia energética aparecen las intervenciones de tres conocidos y reconocidos neoliberales salinistas: Pedro Aspe Armella, Guillermo Ortiz y Francisco Gil Díaz quienes desfachatadamente pontificaron sobre la urgencia de penetrar la empresa estatal con capital privado, vale decir, desnacionalizar lo que queda de Pemex.

Precisamente ese es el sentido que tiene la demanda de la llamada reforma  en materia energética, que junto con la laboral y la fiscal, integran las tres “reformas estructurales” (siempre el lenguaje pedante de los neoliberales) que tienen como bandera para terminar de privatizar electricidad y petróleo, desaparecer las conquistas y derechos fundamentales de la clase obrera mexicana y sacar sangre  de los pobres para inyectarla al sistema fiscal. Ya hasta el Nobel de Economía 2008, Paul Krugman les dijo que México, más que reformas estructurales –que ya mostraron su ineficiencia para promover el crecimiento económico- necesita poner énfasis en atacar el problema de la pobreza y la desigualdad social.

Bien. La punta de lanza de ese grupo neoliberal que ha cercado al candidato presidencial del PRI es Luis Videgaray Caso, un funcionario obscuro en el gobierno de Peña Nieto, tecnócrata por origen, formación e inclinación política, preparado en la universidad privada, que de la noche a la mañana se convirtió en el “hombre detrás de Peña Nieto” según un periódico yanqui, publicación que también lo califica como  “el mexicano más influyente que casi nadie conoce” y “ el verdadero cerebro detrás del priista” menospreciando al equipo cercano del candidato priista.

Videgaray es hechura de Pedro Aspe Armella y responde claramente a la política del grupo neoliberal salinista cuyos integrantes, a estas alturas, han ingresado al grupo de la tercera edad, pero tan tercos en sus políticas antinacionales como en sus tiempos de gobierno.

Por cierto que Videgaray sintiéndose ya Secretario de Hacienda, en un lapsus intencional que expresa su verdadero sentir, y quizá con el propósito de medir la resistencia de los mexicanos, además de que carece de experiencia política y no tiene absolutamente una inclinación social, dejó ver lo que a su juicio debe hacerse en México.

Ahí, a mediados de marzo pasado, lo dicho por Luis Videgaray corrió como un reguero de pólvora. Dijo que una reforma fiscal de Peña Nieto incluiría gravar con el IVA alimentos y medicinas, lo que permitiría elevar fuertemente la recaudación tributaria, y amenazó con implementar una gran reforma al inicio de la administración, refiriéndose al tema fiscal y energético, según la agencia Reuter, aunque luego le enmendaron la plana los priistas, en cuyos sectores populares causó molestia. Sin embargo la amenaza sigue viva.

La terquedad de llevar la inversión privada (es decir, la inversión de las petroleras extranjeras) a Pemex coincide, en esencia, con la demanda histórica de los panistas para desmantelar a Petróleos Mexicanos, demanda a la que se une de manera  desparpajada e irresponsable Quadri que, además dejó ver, en el llamado debate, sus inclinaciones fascistoides al plantear que en México se organice una policía como la de los  carabineros de Chile,  que ha reprimido los movimientos populares en aquel país.

El grupito de neoliberales cercano al candidato presidencial del PRI debería leer con cuidado el decreto de nacionalización de las acciones de Repsol en Argentina. Ahí se da cuenta de las maniobras que realizó esa empresa española, sin importarle los intereses del pueblo argentino.

Las petroleras, señores Aspe, Ortíz, Gil Diáz y Videgaray no son hermanas de la caridad. Siempre han saqueado los recursos naturales de los países donde se instalan. No se hagan los ingenuos.

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