El 4 de septiembre de 1970.
El 21 de agosto de 1972 presenté, en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México, la Tesis Profesional titulada “La
situación actual de Chile y los posibles cambios en su estructura económica y
política dentro del ámbito internacional”, que no obstante su largo titulo se
refería al triunfo de la Unidad Popular encabezada por Salvador Allende.
El 4 de septiembre de 1970 quedó inscrito en los anales de las luchas
populares de América Latina como una fecha histórica. La Unidad Popular -integrada
por el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Partido Radical, el Partido
Socialdemócrata, y por dos movimientos: El Movimiento de Acción Popular
Unitaria (MAPU) y la Agrupación Popular de Izquierda (API)- logró el triunfo de
su candidato presidencial Salvador Allende Gossens.
Ese trabajo de juventud lo dedique “Al pueblo chileno: como un modesto
homenaje a su grandeza”. Señalé: “El triunfo de la Unidad Popular de Chile
forma parte de las luchas que libran los pueblos de los países explotados por
liquidar sus males ancestrales, y por encaminar sus pasos hacia metas donde
desaparezca la explotación que del hombre hace su semejante”.
El triunfo de la Unidad Popular, el triunfo de Salvador Allende, cimbró
al mundo y abrió un nuevo camino para construir el socialismo, que fue
brutalmente cancelado por el imperialismo y los fascistas chilenos.
Al conocer su triunfo, Salvador Allende declaró: “Yo quiero que
comprendan que soy sólo un hombre con todas sus flaquezas y debilidades. Y si
acepté las derrotas de ayer, hoy, sin soberbia y sin espíritu de venganza,
recojo este triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a las fuerzas
populares. Se lo debo al hombre sacrificado, a la humilde mujer y al pueblo de
Chile que estará conmigo en la moneda” (Pág. 152 de la Tesis).
Posteriormente, en el local de la Federación de Estudiantes de Chile,
Salvador Allende fue categórico: “No seré un Presidente más. Seré el primer
Presidente del primer gobierno auténticamente democrático, popular, nacional y
revolucionario de la historia de Chile. Dije y debo repetirlo: si la victoria
no era fácil, más difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva
sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria…Hemos
triunfado para derrotar al imperialismo, terminar con los monopolios, hacer una
verdadera reforma agraria, profunda, nacionalizar el crédito –pilares del
progreso de Chile- creando el capital social que provocará nuestro desarrollo…
Quiero destacar que nuestros adversarios de la Democracia Cristiana han
reconocido, en una declaración, la victoria popular. No le vamos a pedir a la
derecha que lo haga. No lo necesitamos. No tenemos ningún ánimo pequeño contra
ella, pero ellos no serán capaces jamás de reconocer la grandeza que tiene el
pueblo en sus luchas nacidas de su dolor y de su esperanza” (idem).
En el último párrafo que aparece en la página 245 de la Tesis, señalo
que “El proceso revolucionario que, a partir del triunfo de la Unidad Popular,
se está llevando a cabo en Chile, requiere de la auténtica solidaridad de los
pueblos latinoamericanos. Constituye un deber de todo latinoamericano consciente
asumir la defensa de la Revolución de Chile”.
El trabajo que realicé y presenté en la Facultad de Derecho de la UNAM no
fue, como se aprecia, una tesis jurídica, sino política y de compromiso con las
grandes gestas del pueblo chileno y de nuestros pueblos latinoamericanos.
El 11 de septiembre de 1973
Durante tres años la Unidad Popular, bajo el liderazgo de Salvador
Allende, mantuvo una lucha abierta y cruenta contra la injerencia cínica del
imperialismo yanqui y los fascistas chilenos, que pretendieron desde el
principio impedir que asumiera el poder y, después, derrocarlo. Cuando bombardearon
La Moneda, sede oficial del gobierno chileno, Salvador Allende pronunció sus
últimas palabras, cuyo texto conocimos al poco tiempo del sangriento golpe de
Estado fascista.
Hoy se incorporan al blog (en
texto y con la liga para escuchar la voz del extraordinario revolucionario
chileno) como un testimonio perdurable y directo de la grandeza de Salvador
Allende.
Seguramente ésta será la última
oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes.
La Fuerza Aérea ha bombardeado las
torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura
sino decepción. Y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el
juramento que hicieron. Soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el
almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor
Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al
Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decir a
los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico,
pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que
la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos,
no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos,
pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
La historia es nuestra y la hacen los
pueblos.
Trabajadores de mi Patria: quiero
agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en
un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su
palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo.
En este momento, definitivo, el último
en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el
capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que
las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que le enseñara Schneider y
reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará
en sus casas, esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir
defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta
mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que
trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me
dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas, a los que
hace días siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios
profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una
sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que
cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de
Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos,
porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente: en los
atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas,
destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes
tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los
juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será
acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. La
seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será
el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no
sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco
puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en
Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la
traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que
tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre,
para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan
los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo
la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por
lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la
traición.