sábado, 1 de mayo de 2010

EL CAPITALISMO

EN TERAPIA INTENSIVA

Lo que se presentó, en 2009, como una crisis financiera global, originada en el centro mundial del capitalismo, rebasó con mucho esos límites y se instaló, rápida y violentamente, en todo el mundo, abarcando la totalidad del sistema de producción que triunfó en la Tierra con la Revolución Francesa en 1789 y que se declaró vencedor –y como sistema único de la vida social- 200 años después en la guerra fría con los países socialistas.

La mejor prueba de que la crisis es del sistema capitalista y no sólo de una parte de él, es la preocupación de sus representantes y defensores, particularmente de los gobernantes capitalistas que presentaron un conjunto de medidas –no sólo financieras- para rescatarlo, vale decir, revivirlo o mantenerlo con vida a como dé lugar porque se encuentra en terapia intensiva, y que no les dieron el resultado esperado.

La esencia del capitalismo, su naturaleza, la razón de su surgimiento y existencia es la explotación del trabajo, es la acumulación del capital sobre la sangre y la vida de los trabajadores; es el dominio y la explotación de continentes y pueblos enteros. Ríos de sangre corren por las venas del capitalismo mundial.

La revolución industrial, orgullo de la clase capitalista, se levantó sobre cadáveres de hombres, mujeres y niños. El régimen oprobioso del colonialismo, con sus criminales consecuencias de muerte y sufrimiento para millones de personas, es producto directo del capitalismo. El saqueo de los países pobres acrecentó la acumulación de riquezas a niveles inauditos en los centros de poder mundial.

Guerras devastadoras, asesinatos en masa, genocidios incalificables colocaron a la humanidad en la antesala de su exterminio mediante la producción y uso de armas de destrucción sofisticada, en cada etapa de embestida capitalista, como la bomba de neutrones concebida para destruir toda manifestación de vida, sin afectar las construcciones.

En el borde de la locura y la bestialidad, el capitalismo condujo a la humanidad a la Primera Guerra Mundial, expresión de un sistema enfermo de sobreproducción y pobreza. Alemania tiene, históricamente, una enorme responsabilidad que el reconocimiento de culpas y las consecuentes disculpas no la disminuyen en nada.

El espíritu explotador del capitalismo, su insaciable voracidad, condujo a la Segunda Guerra Mundial, además porque había que impedir el establecimiento de otro sistema de producción –el socialismo- contrario a la explotación del hombre por el hombre, contrario a la explotación del trabajo, contrario a la acumulación capitalista, enemigo del colonialismo depredador, partidario de un humanismo pleno.

Ha sido el sistema capitalista de producción el que ha llevado a tal nivel la degradación del medio ambiente, que el cambio climático provocado representa un peligro real para la continuidad de la humanidad sobre la Tierra. El peligroso deterioro del medio ambiente es hijo del capitalismo. Con toda razón señala Evo Morales: o muere el capitalismo o muere la madre Tierra.

¿Es este el sistema que quieren rescatar de la antesala de la muerte?

El capitalismo “triunfó” sobre el socialismo en la guerra fría, pero sus contradicciones se profundizaron, a grado tal que ahora se encuentra sin enemigo al frente, en pleno colapso como sistema de producción.

El capitalismo provoca que cada segundo muera un niño en el mundo y que el número de pobres, que no tienen lo necesario para vivir, se acerque rápidamente a los mil millones de personas. O para no ir tan lejos, con datos proporcionados por Jeremy Rifkin, autor de las obras “El Fin del Trabajo” y la “Economía del Hidrógeno”: en los últimos 200 años el capitalismo ha consumido más energía que en los miles de años anteriores de la humanidad; el año que entra 1400 millones de personas vivirán sin agua potable; el 20% de las personas de mayores ingresos realiza el 86% del consumo, mientas que el 20% más pobre sólo consume el 1.3%.

Y, para no abundar más, un dato que muestra al capitalismo de cuerpo entero: 358 de las personas más ricas del mundo, superan con mucho los ingresos de la mitad de la población mundial, es decir, aproximadamente de ¡3300 millones de personas!

Entonces el capitalismo no está sólo financieramente enfermo. Su mal incurable es económico, es social, político, y cultural. Nació como un sistema que lleva en las entrañas la injusticia y en el curso de su desarrollo devino en un modo de producción inhumano, profundamente inhumano, y tiene que desaparecer. A la humanidad ya no le sirve.