martes, 27 de agosto de 2013

PEÑA NIETO MIENTE PARA DESNACIONALIZAR

A pocos días de presentada la propuesta desnacionalizadora de Peña Nieto en materia energética, avalada por su partido, los neoliberales, nuevos y viejos, han quedado exhibidos como entreguistas y antipatriotas, al pretender poner en manos de intereses económicos del extranjero la riqueza energética nacional. Sus “argumentos”, si es que así se pueden llamar sus necedades neoliberales, han sido destrozados con una contundencia absoluta.

El panorama catastrófico de los energéticos mexicanos presentado por la iniciativa peñista –que por lo demás fue siempre invocado para justificar todas las privatizaciones anteriores- se ha exhibido como una lista de mentiras que no resiste el menor análisis, a grado tal que, en la práctica, la defensa de su propuesta la están haciendo, a través de distintos medios, las compañías extranjeras, principalmente las grandes empresas petroleras que los priistas pretenden regresar para que se apropien de nuestros recursos.

Y aquí, toda la defensa de la propuesta del gobierno y su partido se reduce a la brutal campaña en los medios, también plagada de mentiras y falsedades, invocando una y otra vez el catecismo neoliberal que, en la teoría y la práctica, ha suplantado los documentos básicos de los priistas, pero que ya les resulta insuficiente frente a la abundancia y solidez de la argumentación en contra de su propuesta desnacionalizadora.

Historiadores, académicos, escritores, articulistas, dirigentes políticos y sociales y la inmensa mayoría de la opinión pública, dejaron a Peña y a su partido en cueros frente a todo mundo, ante la insolencia y desfachatez de invocar al nacionalizador del petróleo mexicano, el Presidente Cárdenas, como pilar de su proyecto privatizador. En este aspecto los priistas y su gobierno han sido verdaderamente masacrados.

La opinión pública se ha manifestado implacable frente a la propuesta desnacionalizadora del gobierno federal, que dominado por un breve grupo del Estado de México con tufo salinista, en una actitud arrogante y con visibles limitaciones, confundieron al Edomex con la República Mexicana y a Toluca con el Distrito federal.

Para los que no entendían o estaban confundidos, a estas alturas ha quedado claro que la iniciativa reaccionaria de Peña y su partido pretenden entregar los recursos energéticos de los mexicanos a las compañías petroleras del extranjero, varias de las cuales, ahora con otros nombres, fueron expulsadas de México con la expropiación y nacionalización del petróleo en 1938.

En su afán entreguista Peña Nieto ha mentido abiertamente a los mexicanos, al presentar, en su iniciativa de reforma a los artículos 27 y 28 de la Constitución nacional, una situación catastrófica que los energéticos y, particularmente, el petróleo mexicano no tienen.

También ha quedado en evidencia que cuando el gobierno y su partido dicen que su propuesta no es privatizadora, le están mintiendo a los mexicanos. Mienten para justificar su proyecto desnacionalizador.

En cambio, hacia el extranjero, para las empresas petroleras que quieren regresar, presentan un panorama distinto, donde Pemex aparece como una de las empresas petroleras más importantes a nivel mundial.

Esto se puede comprobar en el documento “Presentación a Inversionistas Pemex” que en Power Point, disponible en internet, se elaboró para ser distribuida entre las empresas e inversionistas extranjeros y nacionales.

Esa Presentación contiene datos, cifras e información que al pueblo le niegan o que perversamente deforman. Es lo contrario de lo que contiene la propuesta antinacional de los neoliberales.

En la parte que aparece en la Presentación con el título Un corporativo esencial para México, se dice textualmente: Los ingresos de PEMEX son comparables a las 5 empresas con mas ingresos en el IPC, sin embargo, el EBITDA (o sea el beneficio bruto de explotación calculado antes de la deducibilidad de los gastos financieros) de PEMEX es 63% superior al EBITDA total de todas las empresas juntas, listadas en el IPC, mostrando una buena estructura de costos y eficiencia operativa”.

Esas cinco empresas a que se hace referencia son América Movil, Waltmar México, Femsa, Alfa, y Cemex. Por lo tanto, Pemex no está en quiebra como sostienen los desnacionalizadores.

En la parte titulada Empresa clave a nivel mundial, aparece la siguiente información sobre Pemex:

No.5 a nivel mundial como productor de crudo desde 2008.

No.3 a nivel mundial como mayor exportador de crudo a EUA.

No.13 en reservas de crudo, una posición fuerte considerando el crecimiento orgánico de la empresa

No.15 en ingresos, con más de US$ 100 mil millones por ventas.

En otra parte el documento afirma que La tasa de restitución de reservas 1P se ha mantenido por arriba del 100% por dos años consecutivos.

Y más adelante dicen a los posibles inversionistas, algo que a los mexicanos ocultan: PEMEX cuenta con un gran potencial en reservas de hidrocarburos convencionales, y menciona las cuencas productoras

Antes de finalizar dicha Presentación se confirma la gran importancia de esta empresa nacional mexicana, cuando señala: En 2012 los ingresos totales fueron los mayores en la historia de PEMEX, producto de la estabilidad de nuestra plataforma de producción así como por los precios internacionales de los hidrocarburos.

Y que El nivel del EBITDA en 2012 es muestra de la capacidad de generación de flujo de PEMEX y de su alta rentabilidad. ¡Su alta rentabilidad!

Y contiene más información, quizá accesible para los técnicos y especialistas, pero que expresan sin duda la importancia de Pemex como una de las empresas petroleras, a nivel mundial, de mayor importancia.

Son esos recursos energéticos y esa la empresa que la propuesta de Peña Nieto, su gobierno y su partido quieren entregar, en bandeja de plata, a las empresas petroleras extranjeras y a algunos inversionistas del país, que ya se afilan las uñas para llevarse su tajada.

¿Y qué pasa cuando un presidente de la República le miente de esa manera al pueblo que dice gobernar? Es una conducta gravísima, porque en los hechos, se diga lo que se diga, lo está traicionando. Esto no puede tolerarse y el pueblo no lo va a tolerar. Se trata de una conducta en extremo grave.

Por eso ante la conducta entreguista del gobierno federal y del PRI, y en una actitud de legítima defensa popular se ha conformado un gran Frente Nacional, como ha ocurrido en momentos estelares de la historia de México.

Este Frente Nacional, contra la desnacionalización impulsada por el gobierno y su partido, ha provocado de manera acelerada un evidente reacomodo de las fuerzas nacionales que rechazan con firmeza ese proyecto neoliberal.

En el marco de una vigorosa respuesta social en contra de la propuesta peñista y de una opinión pública inmensamente mayoritaria que la repudia, se encuentran varias posiciones coincidentes en lo fundamental: las movilizaciones que anuncia Amlo y que se iniciarían el 8 de septiembre en todo el país; la posición del Ing. Cárdenas para exigir, con base en la fracción III del artículo 35 constitucional, una consulta popular; las intensas movilizaciones de los maestros que se han manifestado contra la reforma educativa y contra la propuesta energética del gobierno; la opinión vertida a través de distintos medios por personalidades destacadas rechazando enérgicamente la propuesta gubernamental, y las movilizaciones, en el mismo sentido, de la juventud universitaria a través de #YoSoy132.

Las movilizaciones promovidas por Morena, la consulta popular impulsada por el Ing. Cárdenas, las movilizaciones magisteriales, la lucha de personalidades en lo individual, las movilizaciones de #YoSoy132, tienen que ser acciones cada día más coordinadas, manteniendo cada quien su autonomía, para impedir que los neoliberales entreguen nuestros recursos energéticos.

Para los mexicanos hoy es obligatorio incorporarse y fortalecer ese gran Frente Nacional participando en las movilizaciones convocadas por Amlo, movilizándose en la campaña para recabar el mayor número de firmas, que superen con mucho el más de millón y medio que exige la Constitución para efectuar la consulta popular, apoyando decididamente las movilizaciones de la CNTE en sus justas demandas, así como las movilizaciones de #YoSoy132, y utilizando todos los medios a través de los cuales se difunda la opinión de quienes, desde distintas trincheras, defienden con patriotismo al pueblo de México contra la conducta entreguista del gobierno de Peña Nieto.


Los interese superiores de la nación así lo exigen.

viernes, 16 de agosto de 2013

PROPUESTA DE PEÑA NIETO: TRAICION A LA PATRIA MEXICANA



Como estaba previsto y fue denunciado con bastante anticipación, la propuesta desnacionalizadora del petróleo presentada por Peña Nieto –que también incluye la energía eléctrica- tiene como base las mismas mentiras y falsedades, que los neoliberales han manejado desde 1982.

Sin ninguna duda, la propuesta de modificación a los artículos 27 y 28 de nuestra Constitución, política y jurídicamente es un atentado contra los intereses nacionales.

A simple vista se advierte que la iniciativa de Peña despoja a la nación de una actividad que el texto constitucional vigente le otorga de manera exclusiva, para dar entrada a las compañías petroleras extranjeras y volver a la situación anterior a 1938.

Se trata de una desnacionalización abierta, cínica, y descarada porque no sólo despoja a la nación de su plena soberanía sobre los recursos energéticos, sino que la despoja de los beneficios que su explotación le ha generado desde 1938.

La Constitución nacional, en su artículo 27, resguarda los recursos energéticos petroleros para la nación. Ordena: “Tratándose del petróleo y de los hidrocarburos de hidrogeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la ley reglamentaria”.

La contrarreforma neoliberal que Peña Nieto propone dice: “Tratándoseno se expedirán concesiones y la Ley Reglamentaria respectiva determinará la forma en que la Nación llevará a cabo las explotaciones de esos productos.”.

La reforma peñista abre, así, la puerta para que regresen las compañías petroleras que fueron expulsadas, con la expropiación y nacionalización petrolera, en 1938.

Es un acto de traición a la patria.

Para justificar la desnacionalización, el gobierno de Peña Nieto y su partido han orquestado una campaña intensa plagada de mentiras: le mienten al pueblo cuando le dicen que la economía mexicana crecerá, que se crearán miles de empleos, que bajarán los precios de la gasolina, del diesel, del gas, de la energía eléctrica.

Le mienten cuando dicen que no se privatiza el petróleo. Veamos lo que afirman los voceros de las empresas petroleras extranjeras:

El Washington Post, que no se chupa el dedo y no se anda por las ramas sostiene que “los cambios que Peña Nieto busca en Pemex, un monopolio motivo de orgullo nacional abrirán la puerta para que los gigantes petroleros como Exxxon, Mobil o Shell puedan entrar a este lucrativo sector en México”.

La prensa española, principalmente el periódico conservador y neocolonizador, El País, señala que la apertura al sector privado del petróleo, gas y electricidad promovida por Peña Nieto, dará grandes beneficios a las energéticas españolas.
Así, o más claro señores desnacionalizados y desnacionalizadores.

Queda claro que con su iniciativa, Peña Nieto y su partido pretenden constitucionalizar el saqueo de la nación; su propuesta significa un despojo violento del patrimonio nacional, y trata, al mismo tiempo de legalizar las abiertas e intencionales violaciones constitucionales que sucesivos gobiernos del PRI y del PAN cometieron, al otorgar a empresas privadas contratos en una actividad que nuestra Constitución reserva exclusivamente a la nación.

El gobierno pretende darle legalidad a lo ilegal en aras de quedar bien con sus verdaderos amos.

Por lo tanto, se trata de un despojo constitucional en vía de convertirse en despojo energético -petróleo y electricidad- y de ahí hacia el despojo territorial y de soberanía nacional.

De ese tamaño y de esa gravedad es la propuesta de este gobierno neoliberal.

Peña Nieto vuelve a repetir lo que los neoliberales que asaltaron el poder en 1982 dijeron en el curso de los últimos 33 años en torno a las diversas privatizaciones, y que escuchamos hasta el cansancio.

Cuando se privatizaron, por ejemplo, las líneas aéreas, la industria siderúrgica, las minas; cuando se propuso el Tratado de Libre Comercio y la reprivatización de la Banca, que condujo rápidamente a su extranjerización, prometieron acabar con la pobreza, crear empleos, bajar los precios de artículos básicos de consumo, etc.

Pero los resultados de esas privatizaciones están a la vista de todo mundo: remataron el patrimonio nacional, empobrecieron al pueblo, convirtieron en multimillonarios a unos cuantos; llegó el momento en que México fue el campeón mundial de los salarios más bajos, bajaron los niveles de la educación, convirtieron a México en patio trasero de los yanquis y elevaron estratosféricamente los índices delictivos; cancelaron el crecimiento económico nacional y nos hicieron más dependientes.

El neoliberalismo es una fábrica eficaz para crear pobres. Eso está probado y comprobado en México hasta la saciedad. Después de tres décadas, 60 millones de mexicanos -es decir uno de cada dos mexicanos- padecen algún tipo de pobreza; el desempleo es un azote, principalmente para los jóvenes; el costo de la gasolina, el gas, se incremento brutalmente; la economía mexicana ha tenido el peor desempeño de los países de América Latina, y las desigualdades sociales han llegado a niveles intolerables.

Frente a 60 millones de pobres, el neoliberalismo produjo, en México, 35 multimillonarios, la totalidad beneficiados con las corruptas y escandalosas privatizaciones.

Su obra la culminaron, estos apátridas, con el establecimiento de un régimen antidemocrático con tintes autoritarios y despóticos.

Ahora los neoliberales le siguen mintiendo al pueblo mexicano para continuar rematando el patrimonio nacional. Ninguna de sus promesas se cumplió, ahora tampoco se cumplirán. La amarga experiencia así lo demuestra.

Esas promesas fueron y son simple demagogia, porque a los neoliberales -los de ayer y los de hoy- no les interesa crear empleos, fortalecer la soberanía nacional, mejorar los salarios, bajar el costo de los servicios públicos fundamentales como el uso de la gasolina, el gas, la electricidad, sino garantizar a sus amos las máximas ganancias.

Esta nueva ofensiva contra el pueblo, al pretender entregar nuestro petróleo a empresas petroleras extranjeras, demuestra una vez más que los neoliberales mexicanos son, sin excepción, desnacionalizados y tienen mentalidad de colonizados. A eso le llaman modernidad.

Además, es una aberración política, para no utilizar un término altisonante, invocar en una iniciativa claramente desnacionalizadora la figura del  Presidente Lázaro Cárdenas, nacionalizador del petróleo. Burda y grosera manipulación de la respetada y querida figura de un presidente patriota como Lázaro Cárdenas.

Los calificativos de perverso, falto de ética, irrespetuoso, falseador de la historia, que le han endilgado a Peña Nieto por utilizar a Lázaro Cárdenas para apoyar su proyecto desnacionalizador, son benévolos frente a los que se le hacen masivamente en las redes sociales, que expresan la irritación y el desprecio de amplios sectores sociales.

Al invocar cínicamente al nacionalizador del petróleo para justificar el crimen desnacionalizador que pretende, Peña Nieto traiciona al pueblo de México, traiciona la figura y el legado histórico de Lázaro Cárdenas y traiciona, también, la política nacionalista del Presidente Adolfo López Mateos, bajo cuyo mandato se incorporaron las disposiciones constitucionales nacionalistas que Peña quiere borrar.

Por cierto, en una actitud de bravucón de barrio el dirigente nacional del PRI dice que saldrán a la calle a defender la iniciativa desnacionalizadora de Peña Nieto.

Que se recuerde, en México, la única movilización amplia que encabezó, no el PRI, sino el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, arropado ideológicamente por el patriota Lázaro Cárdenas, es decir por el nacionalismo revolucionario, fue para apoyar la nacionalización del petróleo, defendida por el pueblo en la que participó con sus aportaciones económicas para pagar a las petroleras.

La movilización popular alrededor de la Nacionalización de la Banca, decretada por López Portillo, no la encabezó el PRI, sino otras fuerzas progresistas. Al PRI no se le da la calle y menos cuando pretende justificar este atropello al interés nacional.

Los mexicanos sabemos que, hoy, los intereses populares no están representados por ninguno de los poderes de la Unión, al contrario, como lo muestra la iniciativa energética de los desnacionalizados, esos poderes son enemigos del pueblo y de la nación.


En estas circunstancias sólo el pueblo soberano puede impedir que se consume el nuevo crimen neoliberal de lesa patria. Su resistencia y oposición a la conducta entreguista de Peña Nieto, su partido y los alcahuetes del PAN, debe acompañarse con acciones que denuncien, enjuicien y castiguen a los traidores a la patria. Llegó el momento de definir y realizar esas acciones para castigar la felonía de los gobernantes.

lunes, 12 de agosto de 2013

DISCURSO DEL PRESIDENTE LÁZARO CÁRDENAS PRONUNCIADO EN 1938


A la Nación: 
La actitud asumida por las compañías petroleras negándose a obedecer el mandato de la Justicia Nacional que por conducto de la Suprema Corte las condenó en todas sus partes a pagar a sus obreros el monto de la demanda económica que las propias empresas llevaron a los tribunales judiciales por inconformidad con las resoluciones de los Tribunales del Trabajo, impone al Ejecutivo de la Unión el deber de buscar en los recursos de nuestra legislación un medio eficaz que evite definitivamente, para el presente y para el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen o pretendan nulificarse por la sola voluntad de las partes o de alguna de ellas mediante una simple declaratoria de insolvencia como se pretende hacerlo en el presente caso, no haciendo más que incidir con ello en la tesis misma de la cuestión que ha sido fallada. 
Hay que considerar que un acto semejante destruiría las normas sociales que regulan el equilibrio de todos los habitantes de una nación, así como el de sus actividades propias, y establecería las bases de procedimientos posteriores a que apelarían las industrias de cualquier índole establecidas en México y que se vieran en conflictos con sus trabajadores o con la sociedad en que actúan; si pudieran maniobrar impunemente para no cumplir con sus obligaciones ni reparar los daños que ocasionaran con sus procedimientos y con su obstinación. 
Por otra parte, las compañías petroleras, no obstante la actitud de serenidad del Gobierno y las consideraciones que les ha venido guardando, se han obstinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil que el Ejecutivo Federal hizo conocer hace dos meses a uno de los gerentes de las propias compañías, y que ese no negó, y que han dado el resultado que las mismas compañías buscaron: lesionar seriamente los intereses económicos de la nación, pretendiendo por este medio hacer nulas las determinaciones legales dictadas por las autoridades mexicanas. 
Ya en estas condiciones no será suficiente, en el presente caso, conseguir los procedimientos de ejecución de sentencia que señalan nuestras leyes para someter a la obediencia a las compañías petroleras, pues la substracción de fondos verificada por ellas con antelación al fallo del Alto Tribunal que las juzgó, impide que el procedimiento sea viable y eficaz; y por otra parte, el embargo sobre la producción o el de las propias instalaciones y aun el de los fondos petroleros implicarían minuciosas diligencias que alargarían una situación que por decoro debe resolverse desde luego, e implicarían también, la necesidad de solucionar los obstáculos que pondrían las mismas empresas, seguramente, para la marcha normal de la producción para la colocación inmediata de ésta y para poder coexistir la parte afectada con la que indudablemente quedaría libre y en las propias manos de las empresas. 
Y en esta situación de suyo delicada, el Poder Público se vería asediado por los intereses sociales de la nación que sería la más afectada, pues una producción insuficiente de combustible para las diversas actividades del país, entre las cuales se encuentran algunas tan importantes como las de transporte, o una producción nula o simplemente encarecida por las dificultades, tendría que ocasionar, en breve tiempo, una situación de crisis incompatible no sólo con nuestro progreso, sino con la paz misma de la nación; paralizaría la vida bancaria; la vida comercial en muchísimos de sus principales aspectos; las obras públicas que son de interés general se harían poco menos que imposibles y la existencia del propio Gobierno se pondría en grave peligro, pues perdido el poder económico por parte del Estado, se perdería asimismo el poder político produciéndose el caos. 
Es evidente que el problema que las compañías petroleras plantean al Poder Ejecutivo de la nación con su negativa a cumplir la sentencia que les impuso el más Alto Tribunal Judicial, no es un simple caso de ejecución de sentencia, sino una situación definitiva que debe resolverse con urgencia. 
Es el interés social de la clase laborante en toda la industria del país la que lo exige. Es el interés público de los mexicanos y aun de los extranjeros que viven en la República y que necesitan de la paz y de la dinámica de los combustibles para el trabajo. 
Es la misma soberanía de la nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se ha constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obligaciones que les imponen autoridades del propio país. 
Se trata de un caso evidente y claro que obliga al Gobierno a aplicar la Ley de Expropiación en vigor, no sólo para someter a las empresas petroleras a la obediencia y a la sumisión, sino porque habiendo quedado roto los contratos de trabajo entre las compañías y sus trabajadores, por haberlo así resuelto las autoridades del trabajo, de no ocupar el Gobierno las instituciones de las compañías, vendría la paralización inmediata de la industria petrolera, ocasionando esto males incalculables al resto de la industria y a la economía general del país. 
En tal virtud se ha expedido el decreto que corresponde y se han mandado ejecutar sus conclusiones, dando cuenta en este manifiesto al pueblo de mi país, de las razones que se han tenido para proceder así y demandar de la nación entera el apoyo moral y material necesarios para afrontar las consecuencias de una determinación que no hubiéramos deseado ni buscado por nuestro propio criterio. 
La historia del conflicto del trabajo que culminará con este acto de emancipación económica, es la siguiente: 
El año de 1934 en relación con la huelga planteada por los diversos sindicatos de trabajadores al servicio de la compañía de petróleo El Águila, S.A., el Ejecutivo de mi cargo aceptó intervenir con el carácter de árbitro a fin de procurar un advenimiento conciliatorio entre las partes. 
En junio de 1934 se pronunció el laudo relativo y en octubre del mismo año, una sentencia aclaratoria fijando el procedimiento adecuado para revisar aquellas resoluciones que no hubiesen obtenido oportunamente la debida conformidad. 
A finales de 1935 y principios de 1936 el C. [ciudadano] Jefe del Departamento del Trabajo, por delegación que le conferí, dictó diversos laudos sobre nivelación, uniformidad de salarios y casos de contratación, tomando como base el principio constitucional de la igualdad de salarios ante igualdad de trabajo. 
Con objeto de hacer desaparecer algunas anomalías, citó el propio Departamento, a una conferencia, a los representantes de las diversas agrupaciones sindicales, y en ellas se llegó a un acuerdo sobre numerosos casos que se hallaban pendientes y reservándose otros por estar sujetos a investigaciones y análisis posteriores encomendados a comisiones integradas por representantes de trabajadores y patrones. 
El Sindicato de Trabajadores Petroleros convocó entonces a una asamblea extraordinaria en la que se fijaron los términos de un contrato colectivo que fue rechazado por las compañías petroleras una vez que les fue propuesto. 
En atención a los deseos de las empresas y con el fin de evitar que la huelga estallara, se dieron instrucciones al Jefe del Departamento del Trabajo, para que, con la aquiescencia de las partes, procuraran la celebración de una convención obrero patronal encargada de fijar de común acuerdo los términos del contrato colectivo y mediante un convenio que se firmó el 27 de noviembre de 1936. 
En tal convención, las empresas presentaron sus contraposiciones y en vista de la lentitud de los trabajos, se acordó modificar el estudio dividiendo las cláusulas en económicas, sociales y administrativas para iniciar desde luego el examen de las primeras. 
Las contingencias de la discusión revelaron las dificultades existentes para lograr un acuerdo entre los trabajadores y las empresas cuyos puntos de vista se alejaban considerablemente, juzgando las compañías que las proposiciones de los obreros eran exageradas y señalando a su vez los trabajadores la falta de comprensión de las necesidades sociales y la intransigencia de las compañías por lo que la huelga estalló, en mayo de 1937. 
Las compañías ofrecieron, entonces y en respuesta a mis exhortaciones, aumentar los salarios y mejorar ciertas prestaciones y el Sindicato de Trabajadores, a su vez, resolvió plantear ante la Junta de Conciliación el conflicto económico y levantó la huelga el 9 de junio. 
En virtud de lo anterior, la Junta de Conciliación y Arbitraje tomó conocimiento de ello y de acuerdo con las disposiciones legales relativas fue designada con el fin indicado, por el Presidente de la Junta, una comisión de peritos constituida por personas de alta calidad moral y preparación adecuada. 
La comisión rindió su dictamen encontrando que las empresas podían pagar por las prestaciones que en el mismo se señalan, la cantidad de $26 332 756,00 contra la oferta que hicieron las 17 compañías petroleras durante la huelga de mayo de 1937. 
Los peritos declararon, de manera especial, que las prestaciones consideradas en el dictamen quedarían satisfechas totalmente con la suma propuesta, pero las empresas argumentaron que la cantidad señalada era excesiva y podría significar una erogación mucho mayor que conceptuaron en un monto de $41 000 000,00. 
Ante tales aspectos de la cuestión el Ejecutivo de mi cargo auspició la posibilidad de que el sindicato de trabajadores de la industria petrolera y las empresas debidamente representadas para tratar sobre el conflicto, llegaran a un arreglo, lo que no fue posible obtener en vista de la actitud negativa de las compañías. 
Sin embargo de ello, deseando el Poder Público una vez más lograr un convenio extrajudicial entre las partes en conflicto, ordenó a las autoridades del trabajo que hicieran saber a las compañías petroleras su disposición de intervenir para que los sindicatos de trabajadores aceptaran las aclaraciones que habían de hacerse en algunos puntos oscuros del laudo, y que más tarde podrían prestarse a interpretaciones indebidas y asegurándoles que las prestaciones señaladas no rebasarían de manera alguna los $26 332 756,00 no habiéndose logrado a pesar de la intervención directa del Ejecutivo el resultado que se perseguía. 
En todas y cada una de estas diversas gestiones del Ejecutivo para llegar a una final conclusión del asunto dentro de términos conciliatorios y que abarcan períodos anteriores y posteriores al juicio de amparo que produjo este estado de cosas, quedó establecida la intransigencia de las compañías demandadas. 
Es por tanto preconcebida su actitud y bien meditada su resolución para que la dignidad del Gobierno pudiera encontrar medios menos definitivos, y actitudes menos severas que lo llevaran a la resolución del caso sin tener que apelar a la aplicación de la Ley de Expropiación. 
Para mayor justificación del acto que se anuncia, hagamos breve historia del proceso creador de las compañías petroleras en México y de los elementos con que se han desarrollado sus actividades. 
Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo. 
Esta afirmación es exagerada. Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla. 
Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México. 
Examinemos la obra social de las empresas: ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones? 
¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el Gobierno, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos siempre en beneficio de las empresas. 
¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las compañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferencia y abandono, médico y medicinas siempre regateadas para los segundos; salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros. 
Abuso de una tolerancia que se creó al amparo de la ignorancia, de la prevaricación y de la debilidad de los dirigentes del país, es cierto, pero cuya urdimbre pusieron en juego los inversionistas que no supieron encontrar suficientes recursos morales que dar en pago de la riqueza que han venido disfrutando. 
Otra contingencia, forzosa del arraigo de la industria petrolera, fuertemente caracterizada por sus tendencias antisociales, y más dañosa que todas las enumeradas anteriormente, ha sido la persistente, aunque indebida intervención de las empresas en la política nacional. 
Nadie discute ya si fue cierto o no que fueran sostenidas fuertes facciones de rebeldes por las empresas petroleras en la Huasteca Veracruzana y en el Istmo de Tehuantepec, durante los años 1917 a 1920 contra el Gobierno constituido. 
Nadie ignora tampoco cómo en distintas épocas a las que señalamos y aún contemporáneas, las compañías petroleras han alentado casi sin disimulos, ambiciones de descontentos contra el régimen del país, cada vez que ven afectados sus negocios, ya con la fijación de impuestos o con la rectificación de privilegios que disfrutan o con el retiro de tolerancias acostumbradas. 
Han tenido dinero para armas y municiones para la rebelión. Dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores. 
Pero para el progreso del país, para encontrar el equilibrio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan, o para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias. 
Tampoco lo hay para reconocer una responsabilidad que una sentencia les define, pues juzgan que su poder económico y su orgullo les escuda contra la dignidad y la soberanía de una nación que les ha entregado con largueza sus cuantiosos recursos naturales y que no puede obtener, mediante medidas legales, la satisfacción de las más rudimentarias obligaciones. 
Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en el que el país se debate sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obstáculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuentemente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos. 
Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable. 
El Gobierno ha tomado ya las medidas convenientes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República y para ello, pido al pueblo, confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio Gobierno tuviere que dictar. 
Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este período de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indispensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México. 
Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos. 
Y como pudiera ser que los intereses que se debaten en forma acalorada en el ambiente internacional, pudieran tener de este acto de exclusiva soberanía y dignidad nacional que consumamos, una desviación de materia primas, primordiales para la lucha en que están empeñadas las más poderosas naciones, queremos decir que nuestra explotación petrolífera no se apartará un sólo ápice de la solidaridad moral que nuestro país mantiene con las naciones de tendencia democrática y a quienes deseamos asegurar que la expropiación decretada sólo se dirige a eliminar obstáculos de grupos que no sienten la necesidad evolucionista de los pueblos, ni les dolería ser ellos mismos quienes entregaran el petróleo mexicano al mejor postor, sin tomar en cuenta las consecuencias que tienen que reportar las masas populares y las naciones en conflicto. (Texto completo).