El “nuevo” PRI nos empieza a
tratar a los mexicanos como si fuéramos unos retrasados mentales y carentes de
memoria histórica. Los principales personajes de ese partido, surgidos de las
universidades privadas, sin ningún compromiso social, ajenos a las aspiraciones
de justicia social de las grandes masas populares, sin asumir legalmente el
gobierno, se han conducido de manera irresponsable: han apostado todo para
cancelar derechos fundamentales de la clase trabajadora, y anuncian
desfachatadamente la desnacionalización del petróleo.
Sin tener en cuenta razones
de carácter histórico, que obviamente ignoran, haciendo gala de soberbia, y sin
el menor sentido de pertenencia a un pueblo como el mexicano, se conducen como
mandaderos de intereses económicos domésticos y extranjeros, sin importarles
los intereses del pueblo.
Causa verdadera indignación
que personas como Luis Videgaray y el propio Peña Nieto salgan al extranjero a
ofrecer el petróleo mexicano como si se tratara de un recurso del que puedan
disponer así como así.
Sus argumentos -si es que así
se pueden llamar a lo que dicen para justificar su propuesta
desnacionalizadora- los hemos escuchado machaconamente desde 1982 en que se
instauró el neoliberalismo depredador. No hay nada novedoso. Ya los escuchamos
de los gobiernos priistas y panistas en los últimos 30 años.
Repito: a la contrarreforma
neoporfirista en materia laboral, se anuncia la desnacionalización del petróleo
mexicano, otra contrarreforma del mismo tipo, invocando los sagrados dogmas de
la economía de mercado: el libre comercio, la competitividad, y dizque la
generación de empleos.
El signo de la modernidad
para el “nuevo” PRI es regresar a la época de Porfirio Díaz, entregando la
riqueza petrolera de México a las empresas extranjeras, en una actitud que
desafía la tolerancia que el pueblo ha mostrado en las últimas décadas. Parece
que estamos ante actos de provocación de esta nueva generación priista.
Con Pemex -hay que
refrescarles la memoria- se consolidó el ejercicio pleno de la soberanía nacional
al rescatar los recursos petroleros en manos de compañías extranjeras; con
Pemex se materializó la expropiación decretada por un gobierno patriota, y con
Pemex la nacionalización del petróleo abrió, a nivel mundial, un camino que
posteriormente siguieron varios gobiernos en distintas latitudes del mundo, y
aún sigue siendo ejemplo para quienes representan a sus pueblos con dignidad.
Lázaro Cárdenas es recordado
en muchos países de América Latina y del orbe como el presidente mexicano que
desafió al imperialismo yanqui, le ató las garras, recuperó las riquezas
petroleras para la nación, e inauguró el proceso de nacionalizaciones, a nivel
mundial, en el siglo XX. Levantó a Pemex sobre las ruinas que dejaron las
compañías petroleras extranjeras; y los ingenieros mexicanos desarrollaron la
tecnología que llevó a esa empresa a elevados niveles de competencia
internacional y de gran eficiencia administrativa.
Pemex se convirtió en la
columna vertebral del desarrollo económico de México. Sin Pemex no se pueden
explicar las transformaciones que se dieron en México en los años constructivos
de la Revolución Mexicana, y sin Pemex no se concibe el desarrollo nacional en
el siglo XXI.
Los graves problemas de
Petróleos Mexicanos son el resultado de las políticas neoliberales que han
tratado de destruir esa empresa, y ahora con el “nuevo” PRI consideran que
llegó el momento de entregar los recursos petroleros a las compañías
extranjeras, y destruir a la empresa que influyó, entre otras cosas, a mantener
la paz social en nuestro país.
Priistas y panistas han
violado de manera descarada la Constitución nacional al permitir la presencia
de inversión privada en actividades reservadas de manera exclusiva para la
nación, invocando mentiras para tratar de justificar esas medidas
antipatrióticas.
Dice la Constitución Mexicana
en su artículo 27 que “Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno
sólidos, líquidos y gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán
concesiones ni contratos, ni subsistirán los que, en su caso, se hayan otorgado
y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos
que señale la ley reglamentaria respectiva”.
De manera que los contratos
que empezaron a otorgar los priistas y siguieron otorgando los panistas son nulos
de pleno derecho, como lo señalaron reiteradamente conocidos y prestigiados
constitucionalistas mexicanos. Y si en el futuro inmediato se siguen otorgando,
seguirán siendo nulos de pleno derecho, y quienes los otorgan contraen
responsabilidades administrativas y penales que las leyes mexicanas señalan.
Peña Nieto jurará, el primero
de diciembre, respetar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Por lo tanto la primera medida que debe tomar –si ajusta sus
actos a la Constitución nacional y a la ley- es retirar la presencia de la
inversión privada en actividades petroleras reservadas exclusivamente al Estado
mexicano, o se convertirá como otros gobernantes en violador de la Constitución.
Frente a la amenaza
desnacionalizadora, anunciada aquí y prometida irresponsablemente en el
extranjero, la inmensa mayoría de los mexicanos debemos asumir la defensa de
los recursos petroleros y de Pemex, y combatir las falsedades que invocan los
neoliberales.
No hay ninguna razón
económica o social que justifique la desnacionalización del petróleo y la
privatización de Pemex.
Desnacionalizar el petróleo
mexicano y liquidar la empresa petrolera de los mexicanos ha sido y es una
exigencia de las compañías extranjeras, repetida como vulgares ventrílocuos por
el FMI, el BM, la OCDE y otras instituciones creadas a nivel mundial por esos
intereses, a los que representan y defienden, y en nombre de los cuales
sugieren e imponen medidas en perjuicio de pueblos como el mexicano.