viernes, 31 de agosto de 2012

LA CONSTITUCIÓN MEXICANA RECONOCE AL PUEBLO EL DERECHO A LA REVOLUCIÓN



El domingo 16 de octubre de 2011 coloqué en el blog un artículo con la denominación “El derecho a la revolución en México” que se reproduce a continuación, en el marco de los nefastos acontecimientos políticos marcados por la burla a la voluntad popular en la elección presidencial, en que la oligarquía atropelló violentamente todas las formas políticas y jurídicas.
Las instituciones electorales encargadas de realizar el proceso electoral y culminarlo, con la calificación presidencial, inapelable, han aceptado y auspiciado que la Constitución nacional sea violada con descaro, de manera impune.
A partir de esta elección queda legitimada la compra de votos mediante los procedimientos más repudiables para violentar la voluntad popular.
El proceso electoral viciado culmina con la calificación realizada por el Tribunal Federal Electoral, que constituye una afrenta para el pueblo de México.
Como es una afrenta que las instituciones -que el pueblo mexicano forjó a través de su historia, en batallas y victorias memorables- se hayan puesto al servicio de una minoría acaudalada, cuyos privilegios han postrado a la nación mexicana, empobrecido al pueblo y lastimado gravemente su soberanía.
Sobre los oligarcas y sus empleados visibles y ocultos, sobre el IFE y el TRIFE, sobre la cúpula del PRI y de los panistas alcahuetes recae la responsabilidad histórica de haber cancelado la vía electoral para lograr los cambios sociales, económicos y políticos que requiere el pueblo mexicano.
En este momento aciago para la patria mexicana, el pueblo debe rescatar el mandato del artículo 39 de la Constitución Mexicana que, en la teoría y la práctica, ha sido cancelado por los oligarcas.
Dicho artículo ordena textualmente: “La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana y se instituye para beneficio de éste. El Pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
El Derecho a la Revolución que la Constitución otorga al pueblo mexicano debe cobrar plena vigencia, como condición para rescatar a nuestra patria de las mafias oligárquicas que lo han despojado de su soberanía.
Las reflexiones que se hacen a continuación van en ese sentido:
En el mundo capitalista la democracia ha entrado a una etapa insalvable de crisis. Su contenido se ha ido reduciendo hasta hacer de ella una auténtica caricatura.
Nuestro país no ha sido la excepción, y hoy nos encontramos, en el inicio del siglo XXI, en medio de una profunda crisis de la democracia que afecta, necesariamente, a toda la sociedad.
1.- La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo tercero, contiene un concepto amplio de democracia, al considerarla “no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. Aquí se expresa el mandato para la democracia económica y social que implica un desarrollo equilibrado en el que las desigualdades no tendrían cabida.
Sin embargo esa definición de democracia se fue mutilando hasta dejar –y sólo de manera limitada- la democracia política que nunca alcanzó su realización plena.
2.- Vivimos en un país en que las desigualdades sociales han alcanzado niveles escandalosos; la concentración de la riqueza en muy pocas manos es mayor que hace apenas 20 años, y la pobreza abarca ahora a sectores sociales que antes se consideraban de la clase media. Por lo tanto ese mandato constitucional no sólo no se ha logrado sino que cada vez se coloca como un objetivo inalcanzable con el actual modelo económico.
3.- Los distintos gobiernos, pero sobre todo los de corte neoliberal, ni siquiera le dieron atención a la democracia política, y sólo consideran como democracia a la llamada democracia electoral, que consiste en permitir que los electores -la mayoría de las veces presa de la mercadotecnia- concurran a las urnas, después de campañas electorales insustanciales, a depositar su voto. Es decir, mutilan la democracia política y anulan, en la práctica, la democracia electoral.
Al menos en los últimos 30 años, en México han tenido lugar dos procesos electorales marcados por el fraude, lo cual significa que ni siquiera en ese terreno los neoliberales han respetado la ya de por sí limitada y mutilada democracia.
4.- Sin democracia económica, sin democracia social, sin democracia política, y burlada, a través del fraude, la democracia electoral es natural que las instituciones públicas inevitablemente entren en crisis, como la que estamos viviendo en este momento. De ahí que las mejores fuerzas políticas de México planteen la urgencia de renovar las instituciones como condición indispensable para restablecer la verdadera y auténtica democracia, en los terrenos económico, social, político y de paso en el terreno electoral.
5.- Dicen los historiadores y los novelistas que hay siglos que valen por un minuto y minutos que valen por un siglo. En realidad en los últimos años vivimos en México en medio de acontecimientos muy acelerados desde la Revolución de 1910, porque la mayoría del pueblo ha tomado conciencia rápidamente de que no vivimos dentro de un régimen democrático en ninguno de los aspectos señalados, pero también se entiende que la llamada democracia electoral ha llegado o está por llegar a su fin, y que se hacen necesarios cambios y transformaciones de fondo para que el pueblo pueda recuperar los derechos que le concede la Constitución.
6.- En este ambiente, muchas veces turbulento por su propia naturaleza, un grupo muy amplio de mexicanos considera que ha llegado el momento de hacer uso del derecho que le concede la última parte del artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que a la letra dice “El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
En sentido estricto, al margen de interpretaciones limitadas o mal intencionadas de la derecha, el pueblo tiene, de acuerdo con ese texto constitucional, el derecho a la revolución que es, digan lo que digan los reaccionarios, un derecho constitucional que no puede ser limitado por ninguno de los poderes constituidos, ni podrán ser sancionados quienes lo ejerzan.
Los mexicanos que están dispuestos a hacer uso de ese derecho constitucional tienen plena conciencia que el derecho a la revolución se debe ejercer a través de métodos pacíficos, aunque la Constitución nacional no señala ni limita los métodos para alcanzar ese objetivo.

domingo, 26 de agosto de 2012

VICENTE FOX ENEMIGO DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA


  
Las autoridades de la Universidad Autónoma del Estado de México, encabezadas por su rector celebraron, recientemente, con el llamado “Centro Fox” un convenio de colaboración (sic) para “impartir el Diplomado en Democracia, Paz y Desarrollo en el Centro Fox, localizado en el municipio de San Francisco del Rincón”

Esta decisión rebaja la autoridad académica de la UAEM, al colocarla al nivel de un negocio privado, y ajena a los valores, principios y objetivos de la Universidad Pública.

Fox es un enemigo declarado de la Universidad Pública, y parece un despropósito, por decir lo menos, la decisión inaceptable de las autoridades de la UAEM de celebrar dicho convenio.

 En sus tiempos de estudiante Fox tenía como fuente directa de su “preparación cultural” los cuentos de Kalimán, como se pudo leer, por mucho tiempo, en una página de internet de la revista Proceso. El titular del ejecutivo federal es un individuo inculto que jamás ha leído un libro, y llegó a “creer que todos los mexicanos tenemos el mismo vació cerebral que el mandatario y su equipo de asesores”, como dijo el destacado escritor Carlos Montemayor.

Ese “convenio” ha generado malestar entre los estudiantes universitarios y egresados, con toda razón, por lo que se ha exigido su cancelación inmediata, exigencia a la que me adhiero, como ex catedrático de dicha institución académica, en la que impartí clases por más de 18 años.

El perfil ultraderechista de Vicente Fox -enemigo de la Universidad Pública, insisto- se encuentra descrito con lujo de detalles en un pequeño libro de 163 páginas que publiqué en 2001. De su contenido publico hoy lo que fue la Presentación del libro, y tres artículos: Panista de ultraderecha, El cristero mayor y El poder como negocio privado.



PRESENTACIÓN

El 2 de julio del 2000 representa una fecha en que la contrarrevolución “triunfó” en las urnas electorales para elegir presidente de la República, después de varias décadas de haber sido excluida por decisión popular.

            Detrás de este “triunfo” estuvo toda la fuerza del poder económico transnacional y doméstico para instalar el presidencialismo empresarial, que en otras latitudes del mundo y de América Latina se logró mediante golpes de Estado y hechos sangrientos.

            Junto a los empresarios, infinidad de grupúsculos de la derecha y de la ultraderecha cobijaron, desde el principio, la candidatura de Vicente Fox que, finalmente, se impuso al interior de un Partido Acción Nacional capturado previamente por las mismas corrientes ultras, dentro de las cuales destacan los neopanistas.

            La mercadotecnia, aplicada a la política y la más desbordada demagogia, provocaron tal grado de confusión en miles de electores que fueron arrastrados por un candidato sin principios, y sólo leal a los intereses de su clase social.

            Los enemigos declarados de la Revolución Mexicana y de la Constitución de 1917; los herederos espirituales del Estado-iglesia colonial, de los realistas y los conservadores; los neoporfiristas del siglo XXI asumieron el poder presidencial mediante la integración de un gabinete compuesto por empresarios o empleados de los empresarios, con gente reaccionaria, de tendencia clerical y, en el plano económico, pro norteamericana y sumisa al imperialismo yanqui, aspecto en el que Fox lleva la delantera.

            En un año de gobierno, porque lo ejercen prácticamente desde el 2 de julio del 2000 o antes, las medidas y propuestas gubernamentales llevan el sello inconfundible de la voracidad empresarial.

            Ha caído por tierra la cantaleta sobre la democracia que, según los ultras de derecha, se inauguró con su “triunfo”. Y se atascaron en una supuesta transición hacia la democracia que se va perfilando como expresión del autoritarismo, ejerciendo el poder presidencial de manera desbocada y frívola.

            Ni alternancia ni transición, mucho menos democracia, es lo que caracteriza a la realidad política mexicana. El poder se transfirió de los neoliberales priístas a los neoliberales panistas, por eso el traspaso del gobierno fue sobre terciopelo y sin fricciones, entre miembros de la misma mafia o de la misma clase social.

            La naturaleza ultraderechista del gobierno que encabeza Fox, al servicio del poder económico, tiene que recurrir permanentemente a la demagogia para ocultarse del pueblo. Sin embargo, su carácter clasista se aprecia a simple vista.

            En sentido estricto no debiera hablarse de errores en la conducción gubernamental, aunque se trata de un gobierno contrarrevolucionario que ha dejado ver, en poco tiempo, el cobre. Se ha ido sobre los recursos públicos de manera cínica.

            Ha tomado medidas contra la nación, contra la soberanía y la independencia de nuestra Patria a pretexto de la globalización, invocando “una cesión inteligente (sic) de la soberanía” mexicana; se ha apartado de los principios históricos de la política internacional nuestra, y se ha sometido incondicionalmente a los dictados de las instituciones financieras yanquis. La frivolidad del titular del ejecutivo federal y de su equipo han puesto en ridículo a los mexicanos en el exterior.

            Medidas económicas para beneficio de los empresarios, pago de facturas para los que financiaron la campaña e intentos para gravar la ya precaria economía de la inmensa mayoría de los mexicanos; crecimiento de la pobreza; pérdida de miles y miles de puestos de trabajo; abusos incontrolados con los dineros del pueblo para rendir culto a la personalidad, como ni los priístas llegaron a imaginar; realización de gastos suntuarios, ofensivos para un pueblo pobre, entre otras cosas, marcan el inicio de un gobierno insensible a los grandes problemas y a los dramas sociales.

            Todo esto ha llevado a una polarización social que tuvo importante expresión durante la marcha zapatista y el primero de mayo, y que se manifiesta de múltiples formas. Nunca antes un titular del ejecutivo federal había sido tan criticado y ridiculizado en noticias, editoriales y artículos como Vicente Fox. Y nunca un mandatario había sido exhibido en la calle, con el mismo propósito, en tan poco tiempo. Hoy puede decirse que no sólo ha terminado la luna de miel, sino que hay un notorio divorcio entre el gobierno empresarial presidido por Fox y el pueblo mexicano.

            Fox: gobierno de ultraderecha -que en mucho es la continuación de Neoliberalismo y Panismo, publicado, en su primera edición en 1999-, contiene una serie de reflexiones en torno a la figura reaccionaria y ultra de Vicente Fox y, al mismo tiempo, aborda la situación económica, social y política de México, a raíz del “triunfo” de la ultraderecha en las elecciones del 2 de julio del 2000.

            Como se verá, por los títulos que encabezan los distintos artículos, fue escrito, en su mayoría en el último año, y sólo los primeros corresponden a un periodo anterior. Buena parte de su contenido fue escrito al calor de los acontecimientos; otra parte, antes de que se dieran ciertos hechos, pero siempre en una actitud de compromiso popular y nacional.

            Pienso que este gobierno no será de transición, sino transitorio, porque el pueblo mexicano sabrá derrotar más temprano que tarde a la contrarrevolución.



PANISTA DE ULTRADERECHA

            La investigadora de El Colegio de México, Soledad Loaeza, informó que publicaría un libro sobre el PAN, con un enfoque estrictamente académico, y calificó a Vicente Fox, entonces gobernador de Guanajuato, como un populista de derecha, calificativo que no corresponde a la realidad, si consideramos o tenemos en cuenta los diversos pronunciamientos que ha realizado desde su arribo al PAN, como representante del neopanismo y de la corriente más derechista de ese partido.

            Lo propio sería ubicar, ya sea con un enfoque académico o político, a Vicente Fox, como un hombre de la ultraderecha. Simplemente hay que localizar las distintas opiniones que ha expresado desde que se autodestapó, al margen de la estructura panista, como aspirante a la candidatura presidencial. Por lo tanto, el juicio que emite la investigadora del El Colegio de México, es benévolo y, en cierto sentido, benéfico para Fox porque lo enmascara.

            Es verdad que Fox le contestó a Loaeza que no entendía qué quería decir con eso de populista de derecha. Y es que resulta difícil que un gerente autoritario, como es él, entienda de términos políticos. En primer lugar se hace que no entiende, pero no tiene ni los conocimientos ni la capacidad intelectual para entender los términos que se utilizan en la lucha política.

            Ubicarlo en la ultraderecha del PAN y en la ultraderecha de la derecha mexicana, no constituye ni una exageración ni un agravio para el vaquero que ha dicho, que si no gana la candidatura, se regresará a montar yeguas.

            Como se recordará Vicente Fox fue expresamente a los Estados Unidos para ofrecer a PEMEX en subasta, porque piensa que llegó el momento de regresar el petróleo mexicano a sus antiguos dueños, a fin de que le den todo su apoyo como aspirante presidencial. Al plantearse la iniciativa presidencial para la privatización de la energía eléctrica, Fox saltó al ruedo y apoyó, sin reservas, dicha iniciativa porque responde a sus intereses y a los de la corriente política que representa.

            En su desesperación, y tratando de congratularse con lo mexicanos, hace algunos meses Fox se apersonó ante Karol Wojtyla, se puso de hinojos reverentemente, pretendiendo la bendición papal para asegurar sus aspiraciones políticas.
            Cuando se debatió el Fobaproa, Fox asumió su defensa, e inclusive figuró en spots televisivos para apoyar su aprobación, y lo mismo ocurrió con los otros instrumentos de política fiscal que se aprueban anualmente y que fueron apoyados por el PAN.

        Basta con seguir la pista de sus declaraciones unos días para identificar más pronunciamientos de ultraderecha. Contra el ejido, contra los intereses de los trabajadores y, lo que es el colmo de los colmos, la conversión de México en una colonia norteamericana, a través de la dolarización de la economía nacional, cosa que resulta aceptable para un peón de una empresa transnacional como la Coca Cola.

            En otro espacio he señalado a Carlos Salinas de Gortari como el ideólogo moderno de los panistas, con tanta o mayor influencia que Gómez Morín entre sus discípulos. Un ejemplo que confirma este dicho se muestra en las recientes declaraciones foxianas, según las cuales llegando al poder “acabaría de un sólo golpe” con el neoliberalismo. Tuvo que esperar las declaraciones de Salinas, en el mismo sentido, para hacerlas suyas; cosa totalmente falsa en ambos.

            A diferencia de Loaeza, otro investigador de El Colegio de México, Rafael Segovia, califica a Fox como ignorante extraordinario, cuya principal experiencia ha sido la de la Coca Cola; lo identifica como un exhibicionista y ridículo, demagogo y gente que busca incondicionalmente el apoyo de los gringos. Juicio que se acerca más a la verdad y a la real ubicación ultraderechista de Vicente Fox.

            Lo peligroso no es que Fox utilice una vestimenta ridícula o un lenguaje simple, sino su posición política y sus planteamientos, colocados, como se ha insistido, en la ultraderecha panista, lo que es grato al imperialismo y a los intereses desnacionalizadores.



EL CRISTERO MAYOR

            Todo parece indicar que las cosas en Acción Nacional van tomando, poco a poco, su cauce y que nada sorprendente ni nuevo ocurre en las filas del partido que fundó, con principios de doctrina reaccionarios Gómez Morín, cuyos discípulos van perdiendo la batalla contra los neopanistas, esos bárbaros del norte, y ahora del centro, que han capturado, por la fuerza del dinero, la dirección de los pocos miembros que tiene en el país.

            Ya se ha dicho que el PAN es un partido sin estructura y que sus jefes estatales son un remedo de los caciques porfirianos. Eso explica la facilidad con que Fox impuso su candidatura a los panistas, a los que no quedó otro remedio que apechugar y “legitimar” mediante una presunta elección a su abanderado para el 2000. Militantes y adherentes tuvieron derecho a “votar” por el candidato impuesto por el poder económico de empresarios desnacionalizados y otros poderosos intereses del exterior, sobre todo aquellos a los que Fox ofreció el petróleo.

            Se entiende que los “amigos” del candidato panista están localizados en ese sector económicamente fuerte. Resulta una verdadera tomada de pelo el número de “amigos” que manejan los foxistas. Si se suman los militantes y adherentes del PAN y los “amigos”, resulta que éstos son más del doble que los panistas, y se estaría hablando -según ellos- de 500 mil personas aproximadamente, lo cual quiere decir que sólo votaron por Fox uno de cada cinco, eso si resulta cierta la cifra de los 104 mil votantes, porque finalmente son números que nadie pudo o puede verificar como válidos.

            Por otra parte, Fox en comunión con los principios ideológicos del PAN se declaró, en estos días, partidario de una “nueva” revolución (sic) como la de los cristeros ignorando, desde luego, que lo de los cristeros sólo llegó a una revuelta, y eso ya es mucho.

            Desde luego, el sinarquismo también está en la base de los orígenes de Acción Nacional y por ello lo desempolva Fox, aunque también es cierto que el panismo y el sinarquismo tienen un vínculo como el que existe entre los parientes ricos y los pobres. Su liga es estrecha y siempre han caminado por el mismo sendero.

            Una “revolución” cristera significa, si nos remitimos a sus propósitos, que vuelva a levantarse la bandera reaccionaria contra el contenido fundamental de la Constitución de 1917, y que al grito de “viva Cristo Rey” se pretenda un nuevo enfrentamiento del poder clerical contra el Estado, como si desde la expedición de la Carta Magna no hubiera ocurrido nada, o para decirlo más claro, como si Salinas no hubiera modificado, con sentido negativo, las normas constitucionales relativas a las relaciones Estado-Iglesia.



EL PODER COMO NEGOCIO PRIVADO

            Los acontecimientos políticos transcurren con una velocidad impresionante y difícilmente se retienen hechos que, posteriormente, se transforman en antecedente de otros sin aparente explicación o justificación.

            Sobre todo ahora que los empresarios asumieron el poder y manifestaron inmediatamente su conocida voracidad, atacando con saña la propiedad pública en beneficio de quienes ejercen el gobierno federal. En realidad, estamos frente a un violento proceso donde los empresarios pretenden privatizar el gobierno. Ya existen, a estas alturas, un cúmulo de hechos que confirman lo anterior, y que van desde las rebajas de precios para los empresarios, la venta o fusiones de bancos, las elevadas percepciones que obtienen los funcionarios públicos, hasta los gastos excesivos y ofensivos que se realizan en Los Pinos, todo lo cual se encuentra ampliamente documentado, con datos y cifras, en los medios escritos de información.

            En su edición del 7 de junio del 2000, el periódico Excelsior, en su nota principal, proporciona la “lista de amigos y empresas que financian la campaña de Fox”. Se trata de una información muy valiosa porque allí se demuestra que poderosos intereses económicos, tanto nacionales como extranjeros, postularon y financiaron a Fox para asumir, en nombre de ellos, la presidencia de la República, y porque varias de las acciones del gobierno foxista se explican en función de los compromisos contraídos.

            Respecto a los recursos del exterior, El Universal, en su edición del 22 de junio del 2000, bajo el título: “documentan dinero foráneo a Fox”, también, proporciona todos los detalles y las triangulaciones que se hicieron para allegar dinero a su campaña.

            El 31 de enero del 2001, los Diarios nacionales recordaban que el PRI y el PRD habían presentado sendas denuncias por la posible triangulación de recursos ilegales a la campaña panista, y que el IFE pedía a Hacienda auditar empresas involucradas en esa triangulación, como Vegetales Frescos (VF), Grupo Alta Tecnología en impresos, K-Beta y ST An k de México y el Instituto Internacional de Finanzas. La Secretaría de Hacienda se ha negado sistemáticamente a proporcionar la información requerida por el IFE.

            La nota referida del Excelsior, entre el mar de información que presenta, menciona a Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, como uno de los empresarios que financió la campaña de Vicente Fox. “En el caso de Ricardo Salinas -dice la nota- el documento señala que en TV Azteca se desarrolla y cuida la imagen de Fox Quesada... Es el centro del proyecto político de Vicente Fox, al convertir a TV Azteca en la empresa receptora y beneficiaria de las empresas que apoyan la figura de Fox”

            Fue muy notorio el respaldo de ese canal a la campaña foxista y una vez que los empresarios asumieron el gobierno, la televisora del Ajusco se convirtió en el canal oficial de Fox, a grado tal que su credibilidad bajó tanto que, a últimas fechas, han tenido que rehacer el formato de sus noticieros, pero sigue vinculada al gobierno federal.

            Favor con favor se paga, particularmente entre las mafias, y así nos volvemos a enterar por los medios escritos que Vicente Fox ya en su carácter de jefe del Ejecutivo Federal expropia, por causa de utilidad pública (sic), un ejido a favor de TV Azteca. Se trata de una extensión de 2 mil metros cuadrados, localizada en la Delegación Gustavo A. Madero, para que la televisora coloque antenas ahí.

No hay, desde el punto de vista jurídico, legalidad de ese acto. Se trata de una flagrante violación a la Constitución nacional y a la Ley de Expropiación, porque no existe -por ninguna parte que se le vea- la causa de utilidad pública. Lo que sí hay es causa de utilidad privada, para beneficio de una empresa al servicio de Vicente Fox. Es decir, estamos ante el caso en que un funcionario público, como es Fox, utiliza sus facultades, torciendo y violando la normatividad respectiva, para otorgarle beneficio a una empresa cuya actividad le ha reportado, a su vez, beneficios a él.

            A lo mejor económicamente no es significativo el hecho, pero desde el punto de vista jurídico y político tiene implicaciones muy graves, como también lo tiene la decisión de aumentarse las percepciones de manera estratosférica, violando lo dispuesto por el Congreso, la remodelación del rancho San Cristóbal con dinero público, y lo que ya se llama el menajegate de Los Pinos, pues Fox se ha metido en líos de sábanas, y no por lo que se dice de él y su vocera, sino por los altos costos de ellas, de casi 40 mil pesos por juego.

            En todos estos casos, y en otros más que se han dado, se utilizan la función pública y los recursos del erario para beneficio privado.

martes, 7 de agosto de 2012

LA OLIGARQUÍA DE MÉXICO SE AFERRA AL PODER



Hace algunos meses incorporé al blog un artículo con la denominación "La oligarquía en México", del que extraigo parte de su contenido con el interés de contribuir a entender lo que pasa en el México de nuestros días.

En el citado artículo señalé que México ha experimentado cambios muy importantes en las últimas décadas. Lo fundamental en esas transformaciones es que se acentuó el dominio de las relaciones capitalistas en todos los órdenes de la vida nacional. Han desaparecido o están desapareciendo con gran celeridad las formas semifeudales de producción.

Agregué que en el campo mexicano se introdujeron, a sangre y fuego, las relaciones capitalistas de producción, y por eso se intentó desaparecer la propiedad social para dar lugar a la sacrosanta propiedad privada, a la que se rodea de protección y privilegios. La incorporación del ejido al torrente de las mercancías susceptibles de compra-venta es simple y llanamente capitalismo puro.

La reducción drástica de las empresas del sector público y su entrega, en bandeja de plata a la voracidad privada, expresa que los gobernantes empujaron a México sobre el carril del capitalismo salvaje.

Los gobiernos de los últimos sexenios, han tenido una actitud entreguista frente al proceso globalizador que caracteriza al mundo en nuestros días, proceso que no sólo abarca la economía, sino la política y la vida cultural. Los últimos gobiernos federales han sido sumisos ante ese proceso, por lo cual ahora somos un país menos soberano, con más pobreza y menos democracia.

El neoliberalismo, apreciado en su esencia, ha profundizado las relaciones capitalistas dependientes, alentado propósitos neocoloniales desde Europa y afianzando la dependencia de la economía yanqui.

No es extraño que la banca privada haya resultado usurera y que a través de la banca extranjera se siga saqueando a México y, como se dio a conocer recientemente, se lave dinero a raudales. Los otros empresarios del país también se han convertido en saqueadores para no abandonar esa vieja tradición.

Estos miembros de la burguesía, que han estado tras el poder en los últimos 5 sexenios, resultaron los beneficiarios de todas las medidas económicas y varios de ellos se codearon con los empresarios más ricos del mundo, obtuvieron enormes beneficios y empobrecieron al pueblo hasta niveles no conocidos.

Examinando la situación de algunos de los multimillonarios que surgieron y crecieron de manera inusitada bajo el neoliberalismo -como Carlos Slim Helú, Alberto Bailleres, Olegario Vázquez Raña, María Asunción Aramburuzabala Lorenzo Zambrano, Jorge Larrea Ortega, Gerónimo Arango, Emilio Azcárraga Jean, Bernardo Garza Sada, Lorenzo Servitje, Jorge Vergara, Pablo Aramburuzabala, Ricardo Salinas Pliego, Roberto Hernández Ramírez, Enrique Molina Sobrino, David y Adriana Peñaloza, Roberto González Barrera, Alfredo Harp Helú, entre otros- se concluye que todos lo hicieron al amparo del poder político.

20 familias de las más acaudalas, cuando mucho, que concentran un porcentaje elevado del PIB y en cuyo beneficio se toman decisiones económicas y políticas que afectan a la inmensa mayoría de los mexicanos.

Precisé en el citado artículo que, en México, se observa un fenómeno muy importante: con el breve número de oligarcas se fusionó el capital financiero con el capital productivo, fenómeno que en otras partes de la tierra dio lugar a la aparición de regímenes totalitarios, como el nazismo alemán, el fascismo italiano, el falangismo español y el militarismo japonés.

Concluí diciendo que en México la existencia de la oligarquía, -fenómeno que no necesariamente se refleja de la misma manera que en Alemania, Italia, España o Japón- ya tiene manifestaciones claras en el ámbito político.

Y la burguesía nacionalista que surgió y creció al amparo de la Revolución Mexicana, con la reducción drástica del sector estatal de la economía, perdió su base económica y, por lo tanto, el apoyo material de su existencia.

Hasta aquí partes del artículo mencionado.

Algunos personajes que pertenecían a la burguesía nacionalista se incorporaron a las fuerzas políticas que luchan contra el neoliberalismo, contra los intereses de la oligarquía. Esto tiene su mérito.

Pero la mayoría de ellos se convirtieron en empleados de los oligarcas, tal como les ocurrió a la inmensa mayoría de los cuadros panistas de cierto nivel, que combinaban su militancia partidista con el carácter de empleados de las grandes empresas.

En lo más intenso de la crisis política, grandes sectores nacionalistas se desprendieron del Partido Revolucionario Institucional, partido que nunca pudo recuperar el carácter que tuvo hasta antes de 1982. Su cúpula se inclinó abiertamente por el modelo neoliberal. Una muestra más clara de esta afirmación se demuestra en la decisión priista de llevar a Calderón a la presidencia de México, sin que el panista haya ganado la elección.

Es claro que la oligarquía gobierna en México desde que los neoliberales asumieron el poder. El breve número de sus integrantes han sido los beneficiarios de las acciones de gobierno, se trate del PRI o del PAN. La alternancia, que con bombo y platillo presumieron en 2000, fue la alternancia entre los neoliberales.

Hoy la alternancia que se propone y de la que pocos hablan es la alternancia entre los neoliberales bajo la dirección de la oligarquía y para la protección de sus intereses.

Alguien como Manuel Bartlett que conoce las entrañas del sistema mexicano y que desde hace tiempo lucha contra el neoliberalismo, dijo con claridad en una entrevista aparecida en el diario La Jornada que el gran problema del país  “es que estamos dominados por una brutal oligarquía que no tienen moral y que usa indistintamente al PRI y al PAN para mantener sus intereses”.

La ruta de los oligarcas, en el siglo pasado, para imponer a los gobernantes en la mayor parte de los países de América Latina, con el apoyo abierto y la intromisión descarada del imperialismo yanqui, fueron los golpes militares, en tanto que en México lo han logrado a través de golpes electorales.

La subasta y el remate del patrimonio nacional, para hablar sólo de México, va de la mano con los golpes electorales, donde gobiernos ilegítimos agreden violentamente los intereses populares y nacionales.

Los fraudes electorales que se realizaban alterando la voluntad ciudadana en las casillas, dejaron su lugar ya en el 2000 a procesos turbios con dinero a raudales antes de la elección, que en 2006 no les alcanzó para colocar como presidente a Felipe Calderón, por lo que tuvieron que intervenir las instituciones electorales y el propio Partido Revolucionario Institucional para imponerlo.

Para fraguar el golpe de 2012 se refinaron los métodos fraudulentos casi al grado de utilizar tecnología de punta, que al común de los mortales les parecen incomprensibles. Como nunca antes lo principal del fraude se dio antes de la elección. Hoy cuidar la votación en las casillas es una formalidad que puede convalidar un fraude de proporciones gigantescas. Contar y recontar las ánforas puede conducir, y creo que hoy conduce a convalidar el fraude.

Y atrás de los golpes electorales está la oligarquía, que no se expone, como tampoco expone a sus empleados al ridículo de parecer primitivos corriendo a los representantes de casilla, llenando previamente las ánforas, robando ánforas a punta de pistola, encarcelando a los opositores, quemando las boletas electorales de los adversarios o alterando burdamente los resultados reales obtenidos en las casillas.

La modernización del fraude electoral, en México, consiste en sustituir todas las maniobras señaladas por la maniobra financiero que, seguramente, la mafia siciliana no llegó ni siquiera a soñar.

Vivimos en la sociedad del conocimiento y hay que ponerse a la altura de las innovaciones, ¡que caray! Y eso sólo lo puede hacer el nuevo PRI, no todo el PRI, sino uno o dos financieros de mentalidad mafiosa, con nombres y apellidos. No se necesita más.

Mientras tanto la irritación social sigue creciendo, y se va cancelando poco a poco la vía electoral para lograr cambios en beneficio de la nación y del pueblo. Los oligarcas han hecho de los procesos electorales y de la llamada democracia una simulación, y la democracia representativa ya no sirve a los intereses del pueblo mexicano.