Las autoridades de la Universidad Autónoma del
Estado de México, encabezadas por su rector celebraron, recientemente, con el
llamado “Centro Fox” un convenio de colaboración (sic) para “impartir el Diplomado en Democracia, Paz
y Desarrollo en el Centro Fox, localizado en el municipio de San Francisco del
Rincón”
Esta decisión
rebaja la autoridad académica de la UAEM, al colocarla al nivel de un negocio
privado, y ajena a los valores, principios y objetivos de la Universidad
Pública.
Fox es un enemigo declarado de la Universidad
Pública, y parece un despropósito, por decir lo menos, la decisión inaceptable
de las autoridades de la UAEM de celebrar dicho convenio.
En sus
tiempos de estudiante Fox tenía como fuente directa de su “preparación
cultural” los cuentos de Kalimán, como se pudo leer, por mucho tiempo, en una
página de internet de la revista Proceso. El titular del ejecutivo federal es
un individuo inculto que jamás ha leído un libro, y llegó a “creer que todos
los mexicanos tenemos el mismo vació cerebral que el mandatario y su equipo de
asesores”, como dijo el destacado escritor Carlos Montemayor.
Ese “convenio” ha
generado malestar entre los estudiantes universitarios y egresados, con toda
razón, por lo que se ha exigido su cancelación inmediata, exigencia a la que me
adhiero, como ex catedrático de dicha institución académica, en la que impartí
clases por más de 18 años.
El perfil ultraderechista de Vicente Fox -enemigo
de la Universidad Pública, insisto- se encuentra descrito con lujo de detalles
en un pequeño libro de 163 páginas que publiqué en 2001. De su contenido publico
hoy lo que fue la Presentación del libro, y tres artículos: Panista de
ultraderecha, El cristero mayor y El poder como negocio privado.
PRESENTACIÓN
El 2 de
julio del 2000 representa una fecha en que la contrarrevolución “triunfó” en
las urnas electorales para elegir presidente de la República, después de varias
décadas de haber sido excluida por decisión popular.
Detrás de este “triunfo” estuvo toda
la fuerza del poder económico transnacional y doméstico para instalar el
presidencialismo empresarial, que en otras latitudes del mundo y de América
Latina se logró mediante golpes de Estado y hechos sangrientos.
Junto a los empresarios, infinidad
de grupúsculos de la derecha y de la ultraderecha cobijaron, desde el
principio, la candidatura de Vicente Fox que, finalmente, se impuso al interior
de un Partido Acción Nacional capturado previamente por las mismas corrientes
ultras, dentro de las cuales destacan los neopanistas.
La mercadotecnia, aplicada a la
política y la más desbordada demagogia, provocaron tal grado de confusión en
miles de electores que fueron arrastrados por un candidato sin principios, y
sólo leal a los intereses de su clase social.
Los enemigos declarados de la
Revolución Mexicana y de la Constitución de 1917; los herederos espirituales
del Estado-iglesia colonial, de los realistas y los conservadores; los
neoporfiristas del siglo XXI asumieron el poder presidencial mediante la
integración de un gabinete compuesto por empresarios o empleados de los
empresarios, con gente reaccionaria, de tendencia clerical y, en el plano
económico, pro norteamericana y sumisa al imperialismo yanqui, aspecto en el
que Fox lleva la delantera.
En un año de gobierno, porque lo
ejercen prácticamente desde el 2 de julio del 2000 o antes, las medidas y
propuestas gubernamentales llevan el sello inconfundible de la voracidad
empresarial.
Ha caído por tierra la cantaleta
sobre la democracia que, según los ultras de derecha, se inauguró con su
“triunfo”. Y se atascaron en una supuesta transición hacia la democracia que se
va perfilando como expresión del autoritarismo, ejerciendo el poder presidencial
de manera desbocada y frívola.
Ni alternancia ni transición, mucho
menos democracia, es lo que caracteriza a la realidad política mexicana. El
poder se transfirió de los neoliberales priístas a los neoliberales panistas,
por eso el traspaso del gobierno fue sobre terciopelo y sin fricciones, entre
miembros de la misma mafia o de la misma clase social.
La naturaleza ultraderechista del
gobierno que encabeza Fox, al servicio del poder económico, tiene que recurrir
permanentemente a la demagogia para ocultarse del pueblo. Sin embargo, su
carácter clasista se aprecia a simple vista.
En sentido estricto no debiera
hablarse de errores en la conducción gubernamental, aunque se trata de un
gobierno contrarrevolucionario que ha dejado ver, en poco tiempo, el cobre. Se
ha ido sobre los recursos públicos de manera cínica.
Ha tomado medidas contra la nación,
contra la soberanía y la independencia de nuestra Patria a pretexto de la
globalización, invocando “una cesión inteligente (sic) de la soberanía” mexicana;
se ha apartado de los principios históricos de la política internacional
nuestra, y se ha sometido incondicionalmente a los dictados de las
instituciones financieras yanquis. La frivolidad del titular del ejecutivo
federal y de su equipo han puesto en ridículo a los mexicanos en el exterior.
Medidas económicas para beneficio de
los empresarios, pago de facturas para los que financiaron la campaña e
intentos para gravar la ya precaria economía de la inmensa mayoría de los
mexicanos; crecimiento de la pobreza; pérdida de miles y miles de puestos de
trabajo; abusos incontrolados con los dineros del pueblo para rendir culto a la
personalidad, como ni los priístas llegaron a imaginar; realización de gastos
suntuarios, ofensivos para un pueblo pobre, entre otras cosas, marcan el inicio
de un gobierno insensible a los grandes problemas y a los dramas sociales.
Todo esto ha llevado a una
polarización social que tuvo importante expresión durante la marcha zapatista y
el primero de mayo, y que se manifiesta de múltiples formas. Nunca antes un
titular del ejecutivo federal había sido tan criticado y ridiculizado en
noticias, editoriales y artículos como Vicente Fox. Y nunca un mandatario había
sido exhibido en la calle, con el mismo propósito, en tan poco tiempo. Hoy
puede decirse que no sólo ha terminado la luna de miel, sino que hay un notorio
divorcio entre el gobierno empresarial presidido por Fox y el pueblo mexicano.
Fox:
gobierno de ultraderecha -que en mucho es la continuación de Neoliberalismo y Panismo, publicado, en
su primera edición en 1999-, contiene una serie de reflexiones en torno a la
figura reaccionaria y ultra de Vicente Fox y, al mismo tiempo, aborda la
situación económica, social y política de México, a raíz del “triunfo” de la
ultraderecha en las elecciones del 2 de julio del 2000.
Como se verá, por los títulos que
encabezan los distintos artículos, fue escrito, en su mayoría en el último año,
y sólo los primeros corresponden a un periodo anterior. Buena parte de su
contenido fue escrito al calor de los acontecimientos; otra parte, antes de que
se dieran ciertos hechos, pero siempre en una actitud de compromiso popular y
nacional.
Pienso que este gobierno no será de
transición, sino transitorio, porque el pueblo mexicano sabrá derrotar más
temprano que tarde a la contrarrevolución.
PANISTA DE
ULTRADERECHA
La investigadora de El Colegio de
México, Soledad Loaeza, informó que publicaría un libro sobre el PAN, con un
enfoque estrictamente académico, y calificó a Vicente Fox, entonces gobernador
de Guanajuato, como un populista de derecha, calificativo que no corresponde a
la realidad, si consideramos o tenemos en cuenta los diversos pronunciamientos
que ha realizado desde su arribo al PAN, como representante del neopanismo y de
la corriente más derechista de ese partido.
Lo propio sería ubicar, ya sea con
un enfoque académico o político, a Vicente Fox, como un hombre de la
ultraderecha. Simplemente hay que localizar las distintas opiniones que ha
expresado desde que se autodestapó, al margen de la estructura panista, como
aspirante a la candidatura presidencial. Por lo tanto, el juicio que emite la
investigadora del El Colegio de México, es benévolo y, en cierto sentido,
benéfico para Fox porque lo enmascara.
Es verdad que Fox le contestó a
Loaeza que no entendía qué quería decir con eso de populista de derecha. Y es
que resulta difícil que un gerente autoritario, como es él, entienda de
términos políticos. En primer lugar se hace que no entiende, pero no tiene ni
los conocimientos ni la capacidad intelectual para entender los términos que se
utilizan en la lucha política.
Ubicarlo en la ultraderecha del PAN
y en la ultraderecha de la derecha mexicana, no constituye ni una exageración
ni un agravio para el vaquero que ha dicho, que si no gana la candidatura, se
regresará a montar yeguas.
Como se recordará Vicente Fox fue
expresamente a los Estados Unidos para ofrecer a PEMEX en subasta, porque
piensa que llegó el momento de regresar el petróleo mexicano a sus antiguos
dueños, a fin de que le den todo su apoyo como aspirante presidencial. Al
plantearse la iniciativa presidencial para la privatización de la energía
eléctrica, Fox saltó al ruedo y apoyó, sin reservas, dicha iniciativa porque
responde a sus intereses y a los de la corriente política que representa.
En su desesperación, y tratando de
congratularse con lo mexicanos, hace algunos meses Fox se apersonó ante Karol
Wojtyla, se puso de hinojos reverentemente, pretendiendo la bendición papal
para asegurar sus aspiraciones políticas.
Cuando se debatió el Fobaproa, Fox
asumió su defensa, e inclusive figuró en spots televisivos para apoyar su
aprobación, y lo mismo ocurrió con los otros instrumentos de política fiscal
que se aprueban anualmente y que fueron apoyados por el PAN.
Basta con seguir la pista de sus
declaraciones unos días para identificar más pronunciamientos de ultraderecha.
Contra el ejido, contra los intereses de los trabajadores y, lo que es el colmo
de los colmos, la conversión de México en una colonia norteamericana, a través
de la dolarización de la economía nacional, cosa que resulta aceptable para un
peón de una empresa transnacional como la Coca Cola.
En otro espacio he señalado a Carlos
Salinas de Gortari como el ideólogo moderno de los panistas, con tanta o mayor
influencia que Gómez Morín entre sus discípulos. Un ejemplo que confirma este
dicho se muestra en las recientes declaraciones foxianas, según las cuales
llegando al poder “acabaría de un sólo golpe” con el neoliberalismo. Tuvo que
esperar las declaraciones de Salinas, en el mismo sentido, para hacerlas suyas;
cosa totalmente falsa en ambos.
A diferencia de Loaeza, otro
investigador de El Colegio de México, Rafael Segovia, califica a Fox como
ignorante extraordinario, cuya principal experiencia ha sido la de la Coca
Cola; lo identifica como un exhibicionista y ridículo, demagogo y gente que
busca incondicionalmente el apoyo de los gringos. Juicio que se acerca más a la
verdad y a la real ubicación ultraderechista de Vicente Fox.
Lo peligroso no es que Fox utilice
una vestimenta ridícula o un lenguaje simple, sino su posición política y sus
planteamientos, colocados, como se ha insistido, en la ultraderecha panista, lo
que es grato al imperialismo y a los intereses desnacionalizadores.
EL CRISTERO MAYOR
Todo parece indicar que las cosas en
Acción Nacional van tomando, poco a poco, su cauce y que nada sorprendente ni
nuevo ocurre en las filas del partido que fundó, con principios de doctrina
reaccionarios Gómez Morín, cuyos discípulos van perdiendo la batalla contra los
neopanistas, esos bárbaros del norte, y ahora del centro, que han capturado,
por la fuerza del dinero, la dirección de los pocos miembros que tiene en el
país.
Ya se ha dicho que el PAN es un
partido sin estructura y que sus jefes estatales son un remedo de los caciques
porfirianos. Eso explica la facilidad con que Fox impuso su candidatura a los
panistas, a los que no quedó otro remedio que apechugar y “legitimar” mediante
una presunta elección a su abanderado para el 2000. Militantes y adherentes
tuvieron derecho a “votar” por el candidato impuesto por el poder económico de
empresarios desnacionalizados y otros poderosos intereses del exterior, sobre
todo aquellos a los que Fox ofreció el petróleo.
Se entiende que los “amigos” del
candidato panista están localizados en ese sector económicamente fuerte.
Resulta una verdadera tomada de pelo el número de “amigos” que manejan los
foxistas. Si se suman los militantes y adherentes del PAN y los “amigos”,
resulta que éstos son más del doble que los panistas, y se estaría hablando
-según ellos- de 500 mil personas aproximadamente, lo cual quiere decir que
sólo votaron por Fox uno de cada cinco, eso si resulta cierta la cifra de los
104 mil votantes, porque finalmente son números que nadie pudo o puede
verificar como válidos.
Por otra parte, Fox en comunión con
los principios ideológicos del PAN se declaró, en estos días, partidario de una
“nueva” revolución (sic) como la de los cristeros ignorando, desde luego, que
lo de los cristeros sólo llegó a una revuelta, y eso ya es mucho.
Desde luego, el sinarquismo también
está en la base de los orígenes de Acción Nacional y por ello lo desempolva
Fox, aunque también es cierto que el panismo y el sinarquismo tienen un vínculo
como el que existe entre los parientes ricos y los pobres. Su liga es estrecha
y siempre han caminado por el mismo sendero.
Una “revolución” cristera significa,
si nos remitimos a sus propósitos, que vuelva a levantarse la bandera
reaccionaria contra el contenido fundamental de la Constitución de 1917, y que
al grito de “viva Cristo Rey” se pretenda un nuevo enfrentamiento del poder
clerical contra el Estado, como si desde la expedición de la Carta Magna no
hubiera ocurrido nada, o para decirlo más claro, como si Salinas no hubiera
modificado, con sentido negativo, las normas constitucionales relativas a las
relaciones Estado-Iglesia.
EL PODER COMO NEGOCIO
PRIVADO
Los acontecimientos políticos
transcurren con una velocidad impresionante y difícilmente se retienen hechos
que, posteriormente, se transforman en antecedente de otros sin aparente
explicación o justificación.
Sobre todo ahora que los empresarios
asumieron el poder y manifestaron inmediatamente su conocida voracidad,
atacando con saña la propiedad pública en beneficio de quienes ejercen el
gobierno federal. En realidad, estamos frente a un violento proceso donde los
empresarios pretenden privatizar el gobierno. Ya existen, a estas alturas, un
cúmulo de hechos que confirman lo anterior, y que van desde las rebajas de
precios para los empresarios, la venta o fusiones de bancos, las elevadas
percepciones que obtienen los funcionarios públicos, hasta los gastos excesivos
y ofensivos que se realizan en Los Pinos, todo lo cual se encuentra ampliamente
documentado, con datos y cifras, en los medios escritos de información.
En su edición del 7 de junio del
2000, el periódico Excelsior, en su nota principal, proporciona la “lista de
amigos y empresas que financian la campaña de Fox”. Se trata de una información
muy valiosa porque allí se demuestra que poderosos intereses económicos, tanto
nacionales como extranjeros, postularon y financiaron a Fox para asumir, en
nombre de ellos, la presidencia de la República, y porque varias de las
acciones del gobierno foxista se explican en función de los compromisos
contraídos.
Respecto a los recursos del
exterior, El Universal, en su edición del 22 de junio del 2000, bajo el título:
“documentan dinero foráneo a Fox”, también, proporciona todos los detalles y las
triangulaciones que se hicieron para allegar dinero a su campaña.
El 31 de enero del 2001, los Diarios
nacionales recordaban que el PRI y el PRD habían presentado sendas denuncias
por la posible triangulación de recursos ilegales a la campaña panista, y que
el IFE pedía a Hacienda auditar empresas involucradas en esa triangulación,
como Vegetales Frescos (VF), Grupo Alta Tecnología en impresos, K-Beta y ST An
k de México y el Instituto Internacional de Finanzas. La Secretaría de Hacienda
se ha negado sistemáticamente a proporcionar la información requerida por el
IFE.
La nota referida del Excelsior,
entre el mar de información que presenta, menciona a Ricardo Salinas Pliego,
dueño de TV Azteca, como uno de los empresarios que financió la campaña de Vicente
Fox. “En el caso de Ricardo Salinas -dice la nota- el documento señala que en
TV Azteca se desarrolla y cuida la imagen de Fox Quesada... Es el centro del
proyecto político de Vicente Fox, al convertir a TV Azteca en la empresa
receptora y beneficiaria de las empresas que apoyan la figura de Fox”
Fue muy notorio el respaldo de ese
canal a la campaña foxista y una vez que los empresarios asumieron el gobierno,
la televisora del Ajusco se convirtió en el canal oficial de Fox, a grado tal
que su credibilidad bajó tanto que, a últimas fechas, han tenido que rehacer el
formato de sus noticieros, pero sigue vinculada al gobierno federal.
Favor con favor se paga,
particularmente entre las mafias, y así nos volvemos a enterar por los medios
escritos que Vicente Fox ya en su carácter de jefe del Ejecutivo Federal
expropia, por causa de utilidad pública (sic), un ejido a favor de TV Azteca.
Se trata de una extensión de 2 mil metros cuadrados, localizada en la
Delegación Gustavo A. Madero, para que la televisora coloque antenas ahí.
No hay,
desde el punto de vista jurídico, legalidad de ese acto. Se trata de una
flagrante violación a la Constitución nacional y a la Ley de Expropiación,
porque no existe -por ninguna parte que se le vea- la causa de utilidad pública.
Lo que sí hay es causa de utilidad privada, para beneficio de una empresa al
servicio de Vicente Fox. Es decir, estamos ante el caso en que un funcionario
público, como es Fox, utiliza sus facultades, torciendo y violando la
normatividad respectiva, para otorgarle beneficio a una empresa cuya actividad
le ha reportado, a su vez, beneficios a él.
A lo mejor económicamente no es
significativo el hecho, pero desde el punto de vista jurídico y político tiene
implicaciones muy graves, como también lo tiene la decisión de aumentarse las
percepciones de manera estratosférica, violando lo dispuesto por el Congreso,
la remodelación del rancho San Cristóbal con dinero público, y lo que ya se
llama el menajegate de Los Pinos,
pues Fox se ha metido en líos de sábanas, y no por lo que se dice de él y su
vocera, sino por los altos costos de ellas, de casi 40 mil pesos por juego.
En todos estos casos, y en otros más
que se han dado, se utilizan la función pública y los recursos del erario para
beneficio privado.