Cuando faltan 23 días para la
elección presidencial del 1º. de julio de 2012, es necesario hacer un alto y
examinar el estado que guarda el proceso electoral.
Lo primero que se advierte es
que han quedado perfectamente definidos dos grandes bloques de fuerzas
políticas, (y no cuatro por el número candidatos).
Por una parte, el que
conforman el PRI, el PAN y el Panal, partidarios de continuar con el modelo
neoliberal. Estos partidos y sus candidatos presentan como propuesta electoral
la privatización de Pemex, la reforma laboral para derogar los derechos de los
trabajadores, la reforma fiscal para sangrar más al pueblo y proteger los
grandes intereses económicos y en general, la política antipopular y antinacional
del neoliberalismo.
Por la otra parte, las
fuerzas progresistas y democráticas se han cohesionado alrededor de la
candidatura de López Obrador, que ha concitado el odio de los neoliberales. Un
poco descompuesto, Peña Nieto calificó las propuestas de AMLO como “populismo
vil”, y Madero, el del PAN, más descompuesto que Peña Nieto, volvió a repetir
lo que los panistas dijeron en 2006: que López Obrador es “un peligro para México”,
sólo que con lenguaje disfrazado.
Y ahora, en plena mancuerna
política, priistas y panistas se van con todo contra López Obrador.
Desesperados, los reaccionarios están sacando del closet hasta al jurásico
Fernández de Cevallos.
Cuando el proceso electoral
transcurría sin pena ni gloria, Peña Nieto reclamó a López Obrador que no tuviera
la disposición de realizar las reformas estructurales; Vázquez Mota le increpó
a Peña Nieto y a su partido no haber consumado las reformas estructurales desde
el Congreso, y el mercenario Quadri se autoproclamó campeón de las reformas
estructurales.
Dos factores modificaron el
cuadro tranquilo en que se desarrollaba la campaña electoral: 1) el
crecimiento, en las preferencias electorales de AMLO, la caída persistente del
candidato del PRI, la debacle de la candidata panista, y 2) de manera muy
importante, el surgimiento inesperado del movimiento de los estudiantes, con
una clara orientación antineoliberal como sus similares de Europa y otras
partes del mundo.
Hace un mes prácticamente se
daba por resuelta la elección, sin que la derrota del neoliberalismo se
vislumbrara siquiera. Hoy las cosas han cambiado mucho: el movimiento
estudiantil ha expresado, con extrema claridad, el hartazgo popular con las
políticas neoliberales depredadoras y contra los políticos que las encarnan, y
está haciendo aportaciones valiosas para salir de ese túnel en que nos
colocaron los criminales neoliberales.
Una interrogante surge de
inmediato, ¿qué es lo que está en el fondo de estos cambios que se operaron
rápidamente en el proceso electoral presidencial?
Grandes sectores del pueblo
mexicano han entendido que los agravios contra la Nación mexicana, a lo largo
de 30 años, de 1982 a la fecha, son muchos.
Las privatizaciones del
patrimonio nacional, verdaderos despojos o robos a plena luz del día, afectaron
el desarrollo económico del país.
La política de salarios
bajos, dizque para hacernos competitivos con el exterior, empobrecieron a
millones de mexicanos y los colocaron en la miseria, o como dicen con gran
insensibilidad los neoliberales, en la extrema pobreza. Sin exagerar, el
neoliberalismo ha sido una fábrica de pobres, gobierne el PRI o gobierne el
PAN.
La firma del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá nos convirtió prácticamente en una colonia
yanqui, sujetos a las decisiones que se toman fuera de nuestras fronteras,
absolutamente ajenas a los intereses y necesidades de nuestro pueblo.
La pretensión de privatizar
el ejido condujo al abandono del campo y de los campesinos, a la reducción
drástica de la producción agropecuaria, a la quiebra de productores de la
pequeña propiedad y, de manera peligrosa, a la pérdida de la autosuficiencia
alimentaria. Estudiosos del tema señalan con datos duros los enormes
porcentajes de alimentos que se compran en el exterior, cuando antes se
producían en México.
Los neoliberales, priistas o
panistas, iniciaron y mantienen una lucha despiadada para destruir Petróleos
Mexicanos, entregar la riqueza energética, petrolera y eléctrica, a las
empresas transnacionales, entregándoles también las nuevas fuentes de energía
que se utilizarán en los años por venir. En el manejo de la energía, los
neoliberales han incurrido en conductas delictivas que hoy permanecen impunes,
pero que tarde o temprano deberán ser castigadas con rigor.
La corrupción ha alcanzado
niveles increíbles, documentada con datos por instituciones nacionales e
internacionales. Muchos funcionarios públicos integran verdaderas bandas dentro
del poder público, en los tres niveles de gobierno, y gozan de absoluta
impunidad.
En los gobierno neoliberales
se ha dado un verdadero saqueo de los recursos públicos.
Ha sido la política
neoliberal, aplicada en los últimos 30 años, verdadera política de rapiña, la
responsable de que existan cerca de 70 millones de mexicanos en la pobreza, y
que cada día ese número crezca. Y de la otra parte un puñado de ricos que han
amasado sus fortunas a costa de la miseria, el hambres y la muerte de miles de compatriotas.
La educación pública ha sido
permanente y sistemáticamente atacada. Los neoliberales derogaron, en la
práctica, los principios filosóficos del artículo tercero constitucional y
hundieron la educación en la mediocridad, en perjuicio de las nuevas
generaciones y del pueblo mexicano, en su conjunto.
Esa es la razón de que la
juventud mexicana, desde hace varios años, se encuentre sin esperanzas ni
horizontes.
Directamente Felipe Calderón
aplicó una “estrategia” en el supuesto combate al crimen organizado impuesto
desde los Estados Unidos, donde los gringos descaradamente ponen las armas y
acá ponemos los muertos. Con ese pretexto ahora el territorio nacional está
prácticamente ocupado por agencias policíacas yanquis que intervienen en
cuestiones propias de los mexicanos.
Hay una sistemática lucha de
los neoliberales, desde el poder, para destruir la seguridad social, las
organizaciones de los trabajadores, la lucha de líderes sociales, que ha sido
criminalizada abiertamente.
Y así se podría enumerar una
larga lista de agravios, que incluye el abandono de la ciencia, la
investigación y la innovación, la falta de atención a las mujeres y a los
mexicanos de edad, la destrucción intencional (y hasta por razones ideológicas)
de fuentes de trabajo como sucedió con Luz y Fuerza del Centro.
El pueblo mexicano, en su
gran mayoría, entiende lo que está en juego en la elección presidencial del
próximo 1 de julio, y los sectores privilegiados también saben cuál es el fondo
de dicha elección, por eso el reagrupamiento de la derecha y la ultraderecha en
un solo frente.
Es cierto que el actual proceso
electoral transcurre de manera distinta al de 2006. Ahora, aunque las redes
sociales están jugando un papel importante y la movilización de la juventud
adquiere trascendencia, no cambia su
naturaleza: se trata de un ejercicio “democrático” limitado.
De manera que los mexicanos
percibimos (o debemos percibir) que lo que está en juego es más que una
elección:
1.- O seguimos por el camino impuesto
desde 1982 con el gobierno de Miguel de la Madrid, por cierto halagado por la
derecha y la ultraderecha en sus funerales, que profundizó Carlos Salinas de
Gortari y transitaron Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe de Jesús Calderón,
como fieles peones del neoliberalismo; modelo que profundizó peligrosamente la
desigualdad social, o nos orientamos hacia un modelo económico que detenga el
deterioro social y establezca las bases de un auténtico progreso con justicia.
2.- O continúa un gobierno
incapaz, profundamente voraz con los recursos públicos –como lo fueron todos
los gobiernos desde 1982 a la fecha-, o elegimos a un gobierno con sensibilidad
social para atender, por lo menos, las
más elementales necesidades de los mexicanos.
3.- O seguimos por el camino
de la corrupción y de la impunidad – que se ha manifestado abiertamente durante
los gobiernos neoliberales y se acentuó con los panistas en los últimos 12 años-
o se establece, de verdad, un gobierno que observe el tan trillado como
inexistente régimen de derecho. Hoy los gobernantes que se dicen defensores de
la ley, son los primeros en violarla o proteger a los verdaderos delincuentes.
En este sentido los panistas han superado con creces a los anteriores
gobiernos.
4.- O se sigue tolerando la
demagogia más desvergonzada de quienes gobiernan, a nivel federal, desde el
2000 y que Calderón, por formación y principios, ha mantenido, o elegimos un
gobierno que respete a los mexicanos, que le hable con la verdad y que abandone
la mercadotecnia como forma para mentirle al pueblo cotidianamente.
5.- El de Fox y el de Calderón han sido los
sexenios de más bajo crecimiento en todo el período neoliberal. O seguimos por
ese camino, o se elige a quienes promuevan un sano crecimiento, generen
empleos, fortalezcan el poder adquisitivo de los mexicanos y eleven su nivel de
vida.
6.- O paramos en seco los
intentos de privatizar el sector energético –PEMEX Y CFE- o las trasnacionales
del petróleo y la electricidad se apoderan de esas empresas y de los recursos
nacionales.
7.- Por otra parte con los
gobiernos neoliberales, particularmente con Fox y Calderón, México perdió
prestigio a nivel mundial y deterioró sus relaciones con la mayor parte de los
países latinoamericanos. México requiere un gobierno que se guíe por el mandato
histórico del respeto a los demás en el concierto de las naciones y que observe
los principios que le manda, en política exterior, la Constitución nacional.
En consecuencia, lo que se
decide el 1º. de julio es, si mantenemos nuestro carácter de nación
independiente o de plano, como lo quieren los neoliberales, nos convierten en
un país sometido; si fortalecemos nuestra independencia económica o nos
convierten en una colonia yanqui o española; si avanzamos por la vía del
desarrollo económico, que genere un verdadero progreso social, o continuamos
estancados, creciendo, cada día el número de mexicanos que se incorporan a la
pobreza, por un lado, y se sigue concentrando la riqueza en muy pocas manos,
por el otro.
La derecha y la ultraderecha -que
han conformado una santa alianza, expresada en las amplias coincidencias con el
PAN, los compromisos de Peña Nieto con el sinarquista Fox y con Espino, el del
Yunque- tienen la decisión de continuar con el modelo neoliberal. Eso ha
quedado muy claro.
Pero la inmensa mayoría de
los mexicanos exigimos que no haya continuismo, hasta por un sentido elemental
de sobrevivencia no sólo como personas sino, sobre todo, como nación.
El pueblo mexicano, y sus
fuerzas democráticas, tienen la tarea de rescatar a la Nación mexicana de las
garras de los neoliberales. El cumplimiento de esa tarea impone, después del
1º. de julio, estimular su organización e impulsar su participación en las
cuestiones de gobierno.
La democracia representativa
ya no sirve. Es la hora de la democracia participativa para rescatar la
soberanía popular.
Hay que aprovechar la
elección para cambiar lo que los neoliberales, priistas y panistas, cambiaron
en perjuicio de la nación; hay que rescatar los logros y conquistas de los
mexicanos que los neoliberales destruyeron, y están dispuestos a seguir
destruyendo. Y hay que proyectar a una Nación, plenamente soberana e
independiente, para el siglo XXI.
Por todo ello, en la elección
y después del primero de julio hay que llamar a cuentas a todos aquellos que
destruyeron a la nación mexicana.