Desde 1982, cuando el
gobierno de Miguel de la Madrid cambió el modelo económico emanado de la
Revolución Mexicana, caracterizado por la intervención del Estado en la
economía, y se inició el neoliberalismo, rematando el patrimonio nacional bajo
el pretexto del Estado obeso, se colocó a Pemex en el centro de las políticas
depredadoras de los tecnócratas.
Ha sido permanente el trabajo
de neoliberales, priistas y panistas, por destruir la empresa a través de la
cual tomó cuerpo la expropiación y nacionalización del petróleo decretada por
el presidente patriota, Lázaro Cárdenas.
En los dos sexenios panistas
–la llamada docena trágica- el propósito por destruir a Pemex ha llegado hasta
lo inimaginable. Han sido documentados infinidad de casos de corrupción
cometidos por los funcionarios panistas que colocan a la empresa de los
mexicanos al borde de la quiebra, o al menos con agudos problemas económicos.
También los gobiernos
panistas han sido omisos en la detección de la “ordeña” de que ha sido objeto
Petróleos Mexicanos. Se nota, a todas luces, la complicidad del PAN en esos
hechos delictivos que atentan directamente contra el patrimonio de los
mexicanos.
Y de manera abierta los
panistas han continuado la política de los neoliberales priistas de entregar a
particulares actividades reservadas exclusivamente a la Nación por mandato
expreso del artículo 27 constitucional.
A pesar de la política
antinacional seguida contra Pemex, la empresa ha aguantado 30 años de
constantes saqueos, ha soportado políticas agresivas que buscan destruirla, y
el propósito no confesado de entregar nuevamente la riqueza petrolera a
empresas norteamericanas y, ahora a las españolas, principalmente.
Pemex sigue estando en la mira
de los intereses transnacionales, pues saben que cuentan con la complicidad de
los gobernantes mexicanos. Se frotan las manos –en medio de la campaña
presidencial en México- al escuchar los pronunciamientos de tres de los cuatro
candidatos que se declaran partidarios de abrir petróleos mexicanos a los
intereses privados o de plano decididos a privatizar Pemex como lo proponen la
reaccionaria y escuálida candidata del PAN o el locuaz empresario del Panal,
que se ha ganado bien el calificativo de mercenario.
Quienes no hablan de
privatización, pero sí de abrir Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada,
como lo hace Peña Nieto, saben bien que en México no existen empresarios con
capacidad técnica para incursionar en actividades de exploración, extracción y
transformación de los recursos petroleros de nuestro subsuelo.
Hablar de abrir Pemex a la
inversión privada, es hablar de abrir a la empresa petrolera de los mexicanos a
la inversión extranjera, concretamente a las empresas petroleras yanquis y
españolas; es hablar de regresar lo que con muchos sacrificios recuperó el
pueblo mexicano en 1938. Significa regresar a la política porfirista
entreguista. Ni más ni menos.
Hace tiempo, cuando el
Licenciado Peña Nieto ya se colocaba en las preferencias electorales, según las
encuestas, el grupo que comanda Carlos Salinas de Gortari le planteo la
privatización de Pemex.
El gobierno del Licenciado
Peña Nieto realizó, en Toluca, los Foros de Reflexión “Compromiso por México” (que
aparecieron en internet y se encuentran publicados en una edición especial). Precisamente
en materia económica y particularmente en materia energética aparecen las
intervenciones de tres conocidos y reconocidos neoliberales salinistas: Pedro
Aspe Armella, Guillermo Ortiz y Francisco Gil Díaz quienes desfachatadamente pontificaron
sobre la urgencia de penetrar la empresa estatal con capital privado, vale
decir, desnacionalizar lo que queda de Pemex.
Precisamente ese es el
sentido que tiene la demanda de la llamada reforma en materia energética, que junto con la
laboral y la fiscal, integran las tres “reformas estructurales” (siempre el
lenguaje pedante de los neoliberales) que tienen como bandera para terminar de
privatizar electricidad y petróleo, desaparecer las conquistas y derechos
fundamentales de la clase obrera mexicana y sacar sangre de los pobres para inyectarla al sistema
fiscal. Ya hasta el Nobel de Economía 2008, Paul Krugman les dijo que México,
más que reformas estructurales –que ya mostraron su ineficiencia para promover
el crecimiento económico- necesita poner énfasis en atacar el problema de la
pobreza y la desigualdad social.
Bien. La punta de lanza de
ese grupo neoliberal que ha cercado al candidato presidencial del PRI es Luis
Videgaray Caso, un funcionario obscuro en el gobierno de Peña Nieto, tecnócrata
por origen, formación e inclinación política, preparado en la universidad
privada, que de la noche a la mañana se convirtió en el “hombre detrás de Peña
Nieto” según un periódico yanqui, publicación que también lo califica como “el mexicano más influyente que casi nadie
conoce” y “ el verdadero cerebro detrás del priista” menospreciando al equipo
cercano del candidato priista.
Videgaray es hechura de Pedro
Aspe Armella y responde claramente a la política del grupo neoliberal salinista
cuyos integrantes, a estas alturas, han ingresado al grupo de la tercera edad,
pero tan tercos en sus políticas antinacionales como en sus tiempos de gobierno.
Por cierto que Videgaray sintiéndose
ya Secretario de Hacienda, en un lapsus intencional que expresa su verdadero
sentir, y quizá con el propósito de medir la resistencia de los mexicanos, además
de que carece de experiencia política y no tiene absolutamente una inclinación
social, dejó ver lo que a su juicio debe hacerse en México.
Ahí, a mediados de marzo
pasado, lo dicho por Luis Videgaray corrió como un reguero de pólvora. Dijo que
una reforma fiscal de Peña Nieto incluiría gravar con el IVA alimentos y medicinas,
lo que permitiría elevar fuertemente la recaudación tributaria, y amenazó con
implementar una gran reforma al inicio de la administración, refiriéndose al
tema fiscal y energético, según la agencia Reuter, aunque luego le enmendaron
la plana los priistas, en cuyos sectores populares causó molestia. Sin embargo
la amenaza sigue viva.
La terquedad de llevar la
inversión privada (es decir, la inversión de las petroleras extranjeras) a
Pemex coincide, en esencia, con la demanda histórica de los panistas para
desmantelar a Petróleos Mexicanos, demanda a la que se une de manera desparpajada e irresponsable Quadri que,
además dejó ver, en el llamado debate, sus inclinaciones fascistoides al
plantear que en México se organice una policía como la de los carabineros de Chile, que ha reprimido los movimientos populares en
aquel país.
El grupito de neoliberales cercano
al candidato presidencial del PRI debería leer con cuidado el decreto de
nacionalización de las acciones de Repsol en Argentina. Ahí se da cuenta de las
maniobras que realizó esa empresa española, sin importarle los intereses del
pueblo argentino.
Las petroleras, señores Aspe,
Ortíz, Gil Diáz y Videgaray no son hermanas de la caridad. Siempre han saqueado
los recursos naturales de los países donde se instalan. No se hagan los
ingenuos.