miércoles, 14 de marzo de 2012

CARLOS MARX, EL GIGANTE DEL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN

Incorporo al blog el contenido de una pequeña publicación que realicé en marzo de 1999, con dos conferencias que dicté en la primera parte de la década de los ochenta.

La primera se refiere a Carlos Marx, en la conmemoración del centenario de su fallecimiento, y la segunda a raíz del noventa aniversario del natalicio de Ho Chi Minh.

Se trata de dos personajes que, con su pensamiento y su acción, han dejado una huella imborrable en los anales revolucionarios de la humanidad.

Nadie, ni los propios enemigos de estos destacados revolucionarios, maestros en la ciencia y en la práctica de las transformaciones sociales, les pueden negar su capacidad como hombres de lucha, a los que la humanidad debe gran parte de sus cambios progresivos.

Sigue siendo necesario difundir la figura, la vida, la obra y las invaluables aportaciones que Marx y Ho Chi Minh realizaron, cada uno en su tiempo y circunstancias para superar el sistema capitalista de producción y construir el socialismo como un nuevo sistema de la vida social, pleno de humanismo.

La misma práctica ha demostrado, a lo largo de los últimos años, que la ciencia fundada por Carlos Marx y aplicada a las condiciones concretas de Vietnam por Ho Chi Minh y las aspiraciones del ser humano por construir una nueva sociedad, no se pueden cancelar, y que las luchas por las grandes transformaciones sociales se mantienen a la orden del día.

En estos momentos de dudas, abandonos y defecciones, es útil regresar a las formidables enseñanzas que nos legaron luchadores de la talla de Carlos Marx y Ho Chi Minh.

La filosofía burguesa mantiene su rechazo al marxismo, como lo prueban las obras de varios escritores que invocan el fin de la historia, el fin del hombre, el fin del trabajo, el fin de las ideologías y, por lo tanto, el fin de la lucha de clases.

Por cierto que los escritos de Francis Fukuyama se convirtieron, a finales del siglo XX, en la nueva biblia, a la que recurrieron desde el Vaticano hasta los tecnócratas neoliberales de los países pobres para justificar la explotación de seres humanos, pueblos y naciones enteras.

Esas “novedosas” ideas de la burguesía se invocan como recetario para apuntalar al capitalismo, como una forma de pretender inmovilizar a los trabajadores de todo el mundo y sojuzgar a los pueblos que no han renunciado a sus legítimas aspiraciones de progreso social.

Ni la filosofía marxista ha muerto, como lo afirman sus enemigos, ni la historia ha terminado, ni las ideologías han desaparecido, ni las luchas sociales se han cancelado, ni la filosofía burguesa podrá adquirir el carácter de ciencia, ni el capitalismo será para siempre.

Todos los días presenciamos, en los cuatro puntos cardinales del orbe, las luchas incesantes de las masas populares contra el capitalismo, por acceder a mejores condiciones de existencia, donde la lucha ideológica es intensa.
Por eso es importante, en estos momentos, recurrir a las fuentes de la lucha revolucionaria.

Marzo de 2012.

Este año de 2012 -el 14 de marzo- se cumplen 129 años de la muerte de Marx. Que sirva este trabajo modesto como homenaje a su grandeza. El texto es el siguiente:

Nos congrega en esta ocasión memorable un acontecimiento de significación universal: el centenario del fallecimiento de Carlos Marx.

En una fecha como hoy, 14 de marzo, dejó de latir el corazón del hombre que transformó con sus ideas y su doctrina la vida de la humanidad sobre la Tierra.

Si Carlos Marx fue un pensador genial, ardiente luchador, político magistral, escritor, científico y literato, también fue un amigo y camarada afectuoso, abnegado y leal, padre ejemplar, amigo y compañero de sus hijos.

Hoy en el mundo entero se le recuerda y venera. La clase trabajadora, los revolucionarios y la humanidad progresista recuerdan la vida ejemplar de Carlos Marx; recuerdan y abrevan en la obra sin igual de éste sin igual científico.

Rendirle homenaje a Marx es un deber de todo revolucionario. Así lo entendemos en México los revolucionarios, modestos discípulos de ese genio incomparable de la humanidad.

Pero rendirle homenaje, es también un compromiso y un reto. Compromiso, porque hemos decidido luchar como nos enseñó el maestro del proletariado mundial, para cambiar la sociedad actual y construir el socialismo como una forma de organización social superior; un reto, porque tenemos que empeñarnos en ser cada vez mejores revolucionarios, lo que implica manejar la ciencia cuyas piedras angulares él legó a la humanidad.

Una obligación ineludible, y quizá la primera en este día, es hacer el esfuerzo por ver a Marx, utilizando el método que él creo. Vayan, pues, estas reflexiones, aunque de carácter limitado, en esa dirección.

Lo primero que hay que destacar es que Marx fue un científico, porque al mismo tiempo fue un revolucionario; y pudo ser revolucionario, en el significado exacto del término -y su obra tiene repercusión universal-, porque fue un profundo científico.
“La ciencia era para Marx –expresó Engels, el día que se inhumaron los restos de su entrañable amigo y camarada- una fuerza motriz, una fuerza revolucionaria”.

Marx no dejó un credo, no era un mesías que hubiera escrito una lista de normas absolutas e indiscutibles, válidas hoy y siempre, en todo tiempo y lugar.

“Marx –dice Antonio Gramsci- ha sido grande y su acción ha sido fecunda, no porque haya inventado a partir de la nada, no por haber engendrado con su fantasía una original visión de la historia, sino porque con él lo fragmentario, lo inmaduro, se ha hecho madurez, sistema, conciencia. Su conciencia personal puede convertirse en la de todos y es ya la de muchos; por eso Marx no es sólo un científico, sino también un hombre de acción; es grande y fecundo en la acción, igual que en el pensamiento, y sus libros han transformado el mundo, así como han transformado el pensamiento…Marx significa, para nosotros, la entrada de la inteligencia en la historia de la humanidad, significa el reino de la conciencia”.

El homenaje que hoy rendimos al fundador del socialismo científico no es, no puede ser, un acto protocolario o meramente académico. Es, esencialmente, una manifestación combativa dentro del marxismo; de combate a favor del marxismo como el más grande e importante movimiento político e intelectual del mundo.

Pero antes de abordar, en lo fundamental, la vida y la obra de Marx y su expresión: la ciencia marxista, es necesario hacer una reflexión, así sea breve, en torno a otra figura gigante, que se levantó, se sostuvo y se mantiene al lado de Carlos Marx: Federico Engels.

La obra de Marx y de Engels es una sola. Su vida y su obra están profundamente ligadas. No hay obra o trabajo de alguno de ellos en que no haya participado el otro.

Cierto que por diferentes caminos llegaron a la misma concepción científica del mundo; por caminos independientes llegaron a las mismas conclusiones.
Engels llegó al socialismo a través de la crítica de la economía política, en tanto que Marx lo hizo a través de la crítica de la filosofía hegeliana.

Aún en vida hubo intentos de enfrentar a Marx y Engels. Los enemigos inventaron contradicciones entre ambos, o bien ubicaron a Engels como simplificador del marxismo. Nada de eso existió. Los hechos y las investigaciones recientes de sus obras dan testimonio contundente: el inseparable y genial compañero de Carlos Marx tiene una parte muy importante, propia, en la elaboración y desarrollo del socialismo científico.

“A Engels corresponden grandes méritos en la generalización filosófica del conocimiento de las ciencias naturales, en el desarrollo y aplicación del Materialismo Histórico, en la elaboración de la teoría militar proletaria, en la aclaración de cuestiones fundamentales de las lingüística y de la estética”.

Pero los enemigos no ceden y periódicamente insisten en una supuesta, y por tanto inexistente, división entre Marx y Engels. Se han colocado así, voluntariamente, en el terreno de la especulación y, por tanto, han recibido el impulso de los enemigos del marxismo, que ven en esa tarea la oportunidad de golpear a la clase obrera y su filosofía.

Engels, “el más notable y sabio maestro del proletariado contemporáneo”, después de la muerte de Marx, como fue calificado por Lenin, se levanta y realza su figura en el centenario del fallecimiento de su camarada.

Ahora bien, tenemos que recordar que el surgimiento del marxismo fue el resultado del desarrollo histórico de la humanidad; pero como toda expresión de la sociedad, en si mismo también es un proceso, que no se queda ni se detiene en la estructuración de sus bases, sino que se desarrolla constantemente; y ese proceso, mientras la humanidad exista, no se detendrá.

La vida y obra de Marx y Engels estuvieron determinadas por la condiciones de su tiempo, y como teóricos y políticos prácticos comprendieron e intervinieron en esas relaciones para determinarlas y superarlas.

La concepción científica a que arribaron Marx y Engels no fue producto de la casualidad, ni surgió en un momento a partir de la nada. Como científicos, insistimos, experimentaron un proceso largo para dejar sentadas las bases de la nueva concepción.

Teoría y práctica; práctica y teoría en relación íntima, reclamándose y requiriéndose mutuamente, condicionándose entre sí, hicieron posible la aparición de la ciencia marxista, creada por dos potentes cerebros, que supieron trascender los límites de su país natal, Alemania, y los del continente europeo, para convertirse en patrimonio de la humanidad.

Hay un rasgo que deseo destacar: los grandes líderes del movimiento obrero mundial –lo cual vale para Marx, Egels, Lenin y otros- fueron teóricos y prácticos, es decir luchadores sociales y profundos científicos. Unieron la ciencia a la acción, la teoría a la lucha, el pensamiento al combate.

Por eso se entiende que no hay, no ha habido y no habrá en ningún tiempo y en ninguna parte marxistas teóricos, como se autocalifican aquellos que para su comodidad prefieren el estudio de gabinete y desprecian la lucha social, lo que les conduce a la especulación estéril y a conclusiones falsas. No hay tampoco marxistas prácticos, a secas, porque ello sería campo propicio para errar fácilmente el camino y arribar a conclusiones falsas.

Cronológicamente el marxismo inicia su desarrollo en circunstancias distintas a la aparición del socialismo utópico. El marxismo aparece y se desarrolla vigorosamente cuando el enfrentamiento principal lo escenifican la burguesía y el proletariado.

El proletariado adquirió fisonomía propia en el primer cuarto del siglo XIX. En ese periodo es cuando se convierte en objeto de investigación científica, ya como clase social. En tanto que el socialismo utópico, que fue asimilado críticamente por los fundadores del marxismo, surge en el momento en que empiezan a darse las primeras luchas entre el proletariado y la burguesía.

Tenían, pues, que presentarse las condiciones objetivas y materiales en la sociedad, es decir, la existencia y lucha a fondo entre el proletariado y la burguesía, y las condiciones subjetivas, o sea la necesidad de estudiar esas relaciones. Y ahí estuvieron dos hombres con su cultura universal para cumplir su papel, desentrañando lo que hasta entonces parecía impenetrable, y proyectando la ciencia hacia el futuro con vigor y energía.

Vicente Lombardo Toledano, marxista, y por lo tanto hombre de ciencia recuerda, con su característica claridad y sencillez, las condiciones en que surgió el marxismo:
Nos dice, “el cuadro histórico que produjo el marxismo, es el de la segunda mitad del siglo XIX; pero ya desde las primeras décadas habían ocurrido en Europa, sobre todo en la Europa continental, grandes movimientos revolucionarios. La década de 1840 es, de especial manera, un periodo de vigorosas luchas de masas que trataban de arrancar los últimos vestigios de la organización feudal, que durante muchos siglos mantuvo su poderío, y que aun ya destruida la base de su estructura, todavía siguió influyendo en el pensamiento colectivo”.

“Los diez años que principian en 1840 inician movimientos turbulentos, levantamientos armados y batallas ideológicas que conmovieron a Europa y que llenaron de preocupación a todos los hombres del mundo”.

Y agrega Lombardo Toledano: “concluye ese periodo a fines de la centuria pasada, cuando la libre concurrencia se liquida, cuando desaparece el liberalismo en el terreno de la producción económica, del comercio, de la investigación científica y de las formas superiores del pensamiento y del arte. Termina cuando del seno del mercado libre se levantan los consorcios, los carteles, los truts, como forma de la concentración del capital y de la economía”.

Y más adelante Lombardo precisa: “todos estos hechos tienen su repercusión en las escuelas de la filosofía tradicional porque aparecen muchas contradicciones en la vieja sociedad europea. Una de ellas fue la Revolución Industrial, salto adelante de gran envergadura…al mismo tiempo que este desarrollo impetuoso acontece, la situación de la clase trabajadora, que pasa del artesanado a la producción en masa, es dramática: jornadas larguísimas de trabajo que se prolongan hasta 18 horas; salarios insuficientes y aumento de la producción por el empleo de mujeres y menores”.

“Esta contradicción entre el crecimiento material y la miserable situación de la clase trabajadora, engendra las primeras grandes protestas del proletariado. El movimiento cartista en Inglaterra, la sublevación de los tejedores de Lyon, en Francia…tal es el cuadro del cual surge Marx”.

Por otra parte, hoy que se conmemora el centenario del fallecimiento de Carlos Marx, es necesario señalar que la pretensión de dividir la obra de Marx, en obras de juventud y obras de madurez cae en el terreno de la especulación. Todavía hay quienes insisten en presentar al joven Marx y al Marx maduro. No se trata de ignorancia. Es, desde luego, el intento de mutilar al marxismo o de atribuirle contradicciones para inmovilizarlo.

Todas las obras de Marx –y lo mismo acontece con las de Engels- desde las primeras hasta El Capital, obra cumbre de Marx, en la que nadie puede regatear a Engels su brillante y extraordinaria aportación, hasta las obras que escribió Engels después 1883, año en que murió Marx, y en algunas de las cuales desarrolló temas discutidos a fondo por ambos, o en las cuales Marx había dejado apuntes rápidos y reflexiones por escrito; en todas ellas, existe una relación lógica.

Basta dar una mirada al trabajo de adolescente de Marx titulado Consideraciones de un joven antes de elegir carrera, para comprobar que apunta con genialidad, poco común, una apreciación objetiva que pocos veían en ese tiempo y que hoy mismo pocos alcanzan a ver. Marx dice en ese trabajo: “no siempre podemos abrazar la carrera a la que nuestra vocación nos llama; la situación que ocupamos dentro de nuestra sociedad empieza ya, en cierto modo, antes de que nosotros mismos podamos determinarla”.

Es muy importante estudiar con detenimiento los trabajos publicados por Marx y Engels, en el único cuaderno de los Anales franco-alemanes que vio la luz, y apreciar cómo en ambos empiezan a nacer las mismas ideas. Marx influido por la Revolución Francesa y Engels por el desarrollo de la industria en Inglaterra.

Causa verdadero asombro la forma y profundidad con que Engels, aún no cumplidos los veinticinco años, estudio las condiciones de la clase obrera inglesa. Su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra desentraña ya la esencia del sistema capitalista de producción en sus rasgos generales y, con gran audacia, prevé el derrocamiento de la burguesía. Este trabajo de Engels es, sin exageración, “el primer documento del socialismo científico”, como afirman algunos investigadores marxistas, lo que no resta ningún mérito a Marx, que en ese momento había profundizado en la elaboración de la nueva ciencia y se la expuso a Engels casi en términos completos, tal como la había concebido.

Destaca por su importancia la obra común La ideología Alemana, en la que el socialismo científico encontró su expresión más acabada. Pero no se detuvieron ahí. Precisamente después de esta obra monumental, Engels y Marx se dedicaron de manera intensa a la actividad práctica, con el objetivo de crear un partido de la clase obrera. Trabajaron activamente dentro del movimiento obrero hasta arribar a su dirección. Esta es una de las facetas de su lucha que intencionalmente quiere ser borrada de la vida y obra de los fundadores del socialismo científico. Muchos quieren ver a Marx y Engels solamente como teóricos y sabios, pero ajenos al combate del proletariado.

Si continuamos examinando las obras comunes, encontramos aquella polémica de Marx contra Proudhon, La miseria de la filosofía, en la que Engels tuvo importante participación. En ella se avanza en el desarrollo científico del Materialismo Histórico. “Esa obra es –dice Franz Mehring- piedra singular, no sólo en la vida del autor, sino de la historia de la ciencia”.

En tanto que el Manifiesto Comunista -obra también de ambos, y que es inmediatamente precedida de tres breves trabajos, Discurso sobre el libre cambio, Trabajo, asalariado y capital y Principios de comunismo- Marx y Engels expresan, además de las tesis esenciales del Materialismo Histórico, el primer programa político de la clase obrera.

Y podríamos continuar con las distintas obras, hasta llegar a El Capital. En todo el trabajo de estos dos gigantes del pensamiento no hay ruptura, no hay solución de continuidad. No quiere decir que Marx y Engels nacieran marxistas, lo que queremos precisar es que no son los adversarios, abiertos o encubiertos del marxismo, los que pueden orientar los juicios sobre esta ciencia.

Hay otro rasgo peculiar del marxismo: nace, se desarrolla, se consolida y avanza en constante lucha, frente a corrientes contrarias o ajenas a la concepción científica. Lucha por superar críticamente al socialismo utópico, combate contra el comunismo vulgar o igualitarismo, propio de la pequeña burguesía, añorado ayer y hoy.

El marxismo se fue abriendo paso a través de una reconstrucción completa de la teoría, recogiendo y elaborando lo nuevo, combatiendo y derrotando a sus enemigos, en el campo de la teoría y de la práctica.

Lenin, que no tuvo oportunidad de conocer personalmente a Engels, sería otro gigante del pensamiento que, basándose en la doctrina marxista, la desarrolló en las nuevas condiciones y llevó a la práctica las geniales previsiones del socialismo científico. Lenin llevó a la culminación muchos de los aspectos que Marx y Engels no hicieron más que enunciar.

El genial pensador Vladimir Ilich Lenin –nos dice Mijail Súslov- desarrolló con espíritu creador la doctrina marxista, en consonancia con las nuevas condiciones históricas y la elevó a una nueva etapa, superior. Lenin ahondó y llevó a la práctica las ideas más importantes del marxismo –sobre la revolución socialista, la dictadura del proletariado y el papel dirigente del partido de la clase obrera- estudió y resolvió los problemas fundamentales relacionados con la edificación de la sociedad socialista y la transición al comunismo.

Agrega Súslov: “a Lenin le corresponde el mérito de haber revelado a fondo las peculiaridades del imperialismo y las leyes de su desarrollo, de haber demostrado convincentemente que la época del imperialismo capitalista es la época del capitalismo maduro y ya pasado, que está en las puertas de la ruina, maduro hasta el punto de ceder el puesto al socialismo”.

Sin duda, por lo que Lenin aportó, desarrolló, profundizó y descubrió como científico, podemos decir que “no hay ni puede haber marxismo sin lo que Lenin aportó de nuevo”.

Y después de Lenin, han sido los partidos de la clase obrera en el mundo entero los que, colectivamente, siguen aplicando y desarrollando en las nuevas condiciones el marxismo-leninismo.

En este punto podríamos plantearnos las siguientes preguntas, que si bien para nosotros están resueltas, también están en el ambiente hoy día: ¿mantiene su vigencia el marxismo-leninismo? ¿es una ciencia que explique los nuevos elementos de la realidad? ¿mantiene su carácter de vanguardia de la humanidad?

Hay que decir que desde la mitad del siglo XIX, en que surge el marxismo y desde inicio del siglo XX, con el marxismo-leninismo, lo fundamental en el pensamiento social es su afianzamiento, desarrollo y enriquecimiento, su intensa y permanente propagación y el crecimiento de su influencia.

Naturalmente, desde su aparición, surgió la lucha contra esta ciencia. Por ello es acertada la afirmación que dice que el antimarxismo nació al siguiente día de nacer el marxismo. La realidad es que los ataques que experimenta el marxismo-leninismo están en proporción a la influencia que ejerce. El avance del marxismo-leninismo es seguido por una intensa campaña en contra. Sin embargo, de cada nueva batalla surge más firme, más sólido.

Del silencio que se le hizo en sus inicios, se pasó al ataque frontal, y de éste a la simulación y a la adopción del ropaje “marxista” para combatirlo desde dentro. Y a cien años del fallecimiento de Marx, los métodos de sus enemigos sólo se han refinado.

A pesar de esos ataques, las más de las veces groseras y burdas calumnias, la validez de la ciencia marxista-leninista se comprobó en la práctica, es decir, en la construcción del régimen socialista.

El desarrollo de la sociedad moderna, para referirnos sólo a un aspecto del marxismo, confirma sus principales planteamientos.

Con la Revolución Rusa, se inauguró una nueva etapa de la humanidad. Con ella el socialismo dejó de ser un movimiento para convertirse en una realidad. Treinta y cuatro años después de la muerte de Marx se inició la construcción del régimen, que él y su compañero habían previsto.

El régimen socialista existente en un solo país, sin incluir a la República Popular Mongola, experimentó un ascenso cualitativo después de la Segunda Guerra Mundial, al implantarse ese régimen en varios países y surgir el sistema socialista, que se ensanchó y consolidó con la incorporación de países como Cuba, Vietnam, Angola y Mozambique.

¿No fue este crecimiento, en un lapso de la historia relativamente breve la evidencia de la vigencia del marxismo? A pesar de ésta evidencia los antimarxistas han negado que eso represente un avance de la humanidad.

Si comparamos al régimen socialista con el capitalista, la superioridad del primero sobre el segundo es indiscutible.

En todo caso, habría que plantear las siguientes interrogantes: ¿acaso el socialismo no expresa su superioridad cuando los países que lo construyen no conocen la crisis económica, la inflación, el desempleo? ¿no es superior el socialismo que elevó constantemente el nivel de vida de millones de seres humanos, que aseguró trabajo, educación, vivienda y salud para todos?

¿No es una manifestación de inferioridad el capitalismo, cuando vemos y sufrimos en carne propia la crisis económica profunda, el desempleo, la inflación, la carestía, la inseguridad en el trabajo, el analfabetismo, la muerte prematura de cientos y miles de personas por falta de asistencia médica, el hambre, la miseria y otras lacras sociales?

Nadie puede negar un hecho real: gracias al socialismo, en el que encarna la ciencia marxista-leninista, fue posible el inicio del desmoronamiento acelerado del oprobioso sistema colonial, y gracias al sistema socialista se logró su desaparición para bien de la humanidad.

Gracias al socialismo, no fueron ahogados en la cuna varios movimientos de liberación nacional, y fue posible así el triunfo, en varios puntos de la Tierra, de pueblos que accedieron a la vida independiente.

Marx y Engels hicieron aportaciones científicas trascendentales para el género humano. Pero, sin duda, la principal, la que se encuentra en la base de la revolución que provocaron en todas las ciencias particulares y dentro de la filosofía, fue haber creado la ciencia del Materialismo Dialéctico.

Esta ciencia, nos recuerda Lombardo Toledano, “no sólo representa la síntesis más importante, realizada en la historia del pensamiento humano, sino que representa el descubrimiento más trascendental en la historia del conocimiento y de la cultura: el descubrimiento de las leyes que rigen cuanto existe, de las leyes que rigen el universo todo, de las leyes que rigen la naturaleza, el hombre y la vida social”.

Hoy, la doctrina marxista penetra las esferas del conocimiento y la actividad revolucionaria del hombre, sin excepción, y es el instrumento más potente, más seguro para que la humanidad conozca científicamente el pasado, el presente y el porvenir de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

El enfoque del marxismo hacia la sociedad, o sea el Materialismo Histórico, provocó una verdadera revolución en toda la concepción de la Historia Universal, como expresa Engels en el intento biográfico de Marx, que no llevó a la culminación por sus múltiples tareas prácticas y teóricas. Precisamente uno de los méritos científicos de Marx y Engels, fue aplicar consecuentemente el Materialismo Dialéctico al estudio de la sociedad.

El Materialismo Histórico, como sabemos, estudia las leyes y fuerzas motrices más generales del desarrollo de la sociedad. Pero para que surgiera tenían que darse las condiciones sociales y teóricas necesarias.

El método dialéctico aplicado a la sociedad fue una conquista formidable del pensamiento humano, dice Lenin. Y agrega: ”al caos y a la arbitrariedad que hasta entonces imperaba en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica que muestra cómo de un tipo de vida social se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro más alto”.

Hoy, recordamos por su importancia, la formulación que Marx hizo, en el prefacio de su Contribución a la crítica de la economía política, de las tesis fundamentales del Materialismo Histórico. Esta formulación brillante tiene dos rasgos científicos, peculiares de la ciencia marxista:

Primero, la aplicación consecuente de la concepción materialista, como un proceso objetivo, condicionado por el desarrollo de los medios de producción.

Segundo, el estudio de la sociedad en permanente estado de desarrollo.

Con este enfoque, el marxismo descubrió las leyes sociales. Así, el marxismo preciso algunas leyes que rigen para todas las fases del desarrollo social, por ejemplo el papel determinante del ser social, respecto a la conciencia social; el papel decisivo del modo de producción respecto de la estructura de la sociedad; el papel determinante de las fuerzas productivas respecto de la relaciones económicas; la determinación de la superestructura por la base económica; en fin, la determinación de la naturaleza social del individuo por el conjunto de relaciones sociales.

Pero además, con el potente lente del Materialismo Histórico, Marx y Engels pudieron descubrir leyes propias de algunas formaciones sociales. Por ejemplo, en el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo existen dos leyes sociales fundamentales: la división de la sociedad en clases y la ley de la lucha de clases como fuerza motriz.

Consecuente con la aplicación del Materialismo Histórico, Marx de manera particular, auxiliado por Engels, desentrañó las leyes sociales que rigen el sistema capitalista, y en éste nivel lo principal del marxismo fue poner en claro el carácter temporal de ese sistema, pero sobre todo destacar el papel histórico del proletariado como creador de la sociedad socialista.

Igual sería decir que uno de los más grandes méritos del marxismo, en este terreno, fue ligar el socialismo científico con el movimiento obrero. Aquí lo más importante del marxismo es la teoría de la dictadura del proletariado.

En esencia, Marx y Engels revolucionaron la filosofía, revolucionaron la economía y revolucionaron las concepciones del hombre acerca del contenido y desarrollo de la sociedad.

Hay que insistir en que el marxismo nunca ha dejado de desarrollarse. Los doce años que le sobrevivió Engels a Marx, fueron de consecuente desarrollo de esta ciencia, aparte de las cuestiones que había abordado Marx y que no habían sido publicadas.

Fueron de gran importancia los juicios de Engels sobre la modificación que estaba experimentando el capitalismo de la libre concurrencia al capitalismo monopolista. Se entiende que Engels, cuando el imperialismo empezaba a formarse, no pudo conocerlo como sistema total, ni analizar su significado para la lucha de la clase obrera. El tema será después desarrollado ampliamente por Lenin.

Engels combatió, con mano firme, las manifestaciones abiertas de oportunismo dentro del movimiento obrero. El oportunismo -escribió- se manifiesta sobre todo en la anegación de la lucha de clases y en el rechazo a la dictadura del proletariado.
Textualmente señaló algo que, por lo demás, tiene plena vigencia en nuestros días: “renunciar al futuro del movimiento en aras del presente del movimiento, es oportunismo hoy y siempre”.

En México y en otras partes del mundo, esta apreciación de Engels debiera ser considerada por quienes, diciéndose marxistas, hacen concesiones de principios en aras de resultados inmediatos, que casi siempre se revierten contra el pueblo y los trabajadores.

Engels también señaló, casi hasta precisar con exactitud, una norma de funcionamiento del partido obrero: debemos permitir la discusión –dijo- para no convertirnos en una secta, pero el punto de vista común debe ser conservado.

En fin, Engels, un año antes de su muerte planteó, por primera vez, dentro de la doctrina marxista, la siguiente idea: la conquista del poder por el partido socialista se dibujaba como una meta próxima y, por lo tanto, la urgencia de que el partido obrero se convierta en una potencia en el campo, deviene una necesidad. Además, fundamentó el hecho de que la clase obrera, incluyendo a los estados capitalistas desarrollados, requiere de aliados en su lucha por el poder y, en primer lugar, de los campesinos trabajadores.

Por otra parte, hay que decir que al socialismo, expresión de la ciencia marxista leninista se debe, y en particular al pueblo soviético, que la humanidad no haya caído en las garras del nazifascismo. El nuevo régimen liberó a la humanidad de esa pesadilla e impidió el exterminio del género humano sobre la Tierra.

Con esa tarea sin parangón en la historia del hombre, bastaría para valorar el significado y la importancia del marxismo-leninismo.

Pero hay que agregar otro hecho de igual importancia: ha sido el sistema socialista el pilar fundamental de la paz mundial. Materialmente tiene atadas las garras atómicas del imperialismo, principal enemigo de todos los pueblos del orbe. Hoy, ante cualquier intento descabellado de iniciar la guerra saben los imperialistas, verdaderos traficantes de la vida, que recibirían una respuesta contundente y definitiva.

Dígase lo que se diga, hoy el sistema que determina la orientación del género humano es el socialismo, que se mantiene como un sistema de vanguardia y que asegura el porvenir y ascenso de la humanidad. El capitalismo no tiene porvenir, históricamente hablando.

Después de cien años de su desaparición física, Marx y con él su ciencia, siguen provocando la furia de los enemigos de la humanidad. Hoy como ayer Marx sigue ganando batallas y otros triunfos le aguardan.

En los últimos años presenciamos un recrudecimiento sensible de la batalla contra el marxismo-leninismo. No hay comparación con otras campañas anticomunistas, por la masividad que caracteriza a la actual. Esto es comprensible por las particularidades de nuestra época: la época del paso del capitalismo al socialismo, a escala mundial; la época de las revoluciones socialistas triunfantes en muchos países; la época del crecimiento potente del sistema socialista mundial.

La época de la descomposición y decadencia progresiva del capitalismo, último régimen social explotador; la época de la profundización de su crisis general; la época del hundimiento del sistema colonial del imperialismo, del poderoso ascenso de las revoluciones de liberación nacional, de la salida de los pueblos de Asia, África y América Latina, al ancho camino del desarrollo independiente socio-económico y político. La época, en fin, de la exitosa lucha por excluir la guerra mundial de la vida de la sociedad, panorama descrito, en una brillante síntesis por el destacado teórico marxista Ponomariov.

Como es natural, en estas condiciones, el capitalismo recurre a todos sus recursos e impulsa una desesperada campaña contra el marxismo leninismo. Apenas en los días pasados hemos escuchado a dos representantes del pasado, rechazar, uno, la lucha de clases, posición hipócrita e interesada, que pretende inútilmente apagar las ansias de independencia y justicia social de los pueblos latinoamericanos, y el otro, prefiriéndose muerto antes de vivir en el nuevo régimen.

Al primero sólo habría que recordarle que los principios sociales del cristianismo, como lo dijeron los jóvenes Marx y Engels, han tenido diecinueve siglos para probar su ineficiencia; que el cristianismo justificó la esclavitud de la antigüedad, glorificó la servidumbre en la edad media; defendió y sigue defendiendo la opresión de los trabajadores.

Por eso se ha dicho, con toda razón, que “al dejar la desaparición de todas las infamias para el cielo, el cristianismo ha justificado que perduren esas mismas infamias sobre la Tierra”.

Al otro, hay que recordarle que representa un sistema atacado de un mal incurable. Simple y llanamente el capitalismo ha sido condenado por la historia a desaparecer tarde o temprano, del escenario de la Tierra. Sus deseos de muerte se cumplirán plenamente y el comunismo dominará en todo el globo terrestre.

No obstante la superioridad del socialismo, en esta época en que existe el imperialismo, no puede bajarse la guardia. No se pueden forjar ilusiones. Por un largo tiempo habrá que combatir hasta vencer al capitalismo, sistema sin posibilidades de salvación.

Pero el ataque contra el marxismo leninismo no sólo viene de parte de los enemigos abiertos. El enemigo se disfraza hábilmente, y viste ropaje “marxista” para no ser identificado en su ingrato trabajo de zapa.

Además, el desarrollo de la sociedad en los países del sistema capitalista, lanza frecuentemente a grandes sectores sociales al campo de la clase obrera, y a veces esta se ve penetrada por concepciones ajenas a su filosofía, además de cargar con el inmenso peso de la filosofía de su enemigo declarado.

“Novísimas” corrientes que se dicen de izquierda, y aquí el campo mexicano es fértil, “revisan” constantemente las tesis fundamentales del marxismo. Es frecuente escucharles disertaciones enmarañadas y confusas, con lenguaje seudo-científico, llenos de citas para negar y de negaciones para “superar”, dicen ellos, el estancamiento del marxismo. Se trata, como se entiende, de una clara expresión que niega el marxismo-leninismo.

Otros, en el mismo tono que los anteriores, hablan de crisis del marxismo-leninismo cuando en realidad lo que expresan, es su propia crisis personal. En casos como el de nuestro país la pequeña burguesía, cuya crisis se profundiza, se abraza al marxismo, pero por su origen social no puede comprenderlo, y al deformarlo adopta posiciones ultraizquierdistas y, por lo tanto, antimarxistas.

Igual que los hermanos Bauer, en el pasado, combatidos y derrotados por Marx y Engels, los pequeños burgueses de hoy desprecian a la clase trabajadora y depositan su fe ciega en los intelectuales, para que estos realicen las transformaciones que lleven a la igualdad. Ese igualitarismo que Marx y Engels destruyeron en la Crítica al programa de Gotha.

Precisamente las aspiraciones igualitarias de la pequeña burguesía responden a los intereses de ese sector, y a la incomprensión que tiene ante la contradicción social fundamental que se da en el sistema capitalista de producción.

Además, la pequeña burguesía instintivamente comprende que su proletarización es ya su desaparición y aprecia, objetivamente, que es imposible incorporarse a la burguesía. De ahí sus propósitos de igualdad general.

La pequeña burguesía sigue siendo el tronco principal del cual descienden esos intelectuales que se lanzan contra el socialismo y que reclaman un socialismo humano, y que bajo la consigna de humanizar al socialismo pretenden, inútilmente, destruir sus firmes bases.

En ese propósito hacen causa común con los enemigos abiertos del marxismo-leninismo que, óigase bien, aunque parezca contradictorio, exigen humanizar o democratizar al socialismo. Esos que defienden a morir al capitalismo, esos apologistas desvergonzados del pasado adoptan la ridícula postura de mejorar al socialismo.

Otros hablan con igual desfachatez que los anteriores, de envejecimiento del marxismo-leninismo. Ya hemos señalado datos que refutan esta apreciación falsa y, por tanto, anticientífica. En parte, quienes hablan del envejecimiento de la ciencia marxista parten de un supuesto falso, pues conciben al marxismo de manera religiosa, como un conjunto de verdades acabadas, sin consideración de tiempo y espacio.

Son en parte intelectuales tullidos, anquilosados, incapaces de pensar las nuevas realidades del mundo; incapaces de utilizar el marxismo-leninismo para penetrar en la esencia de los fenómenos.

En consecuencia, quienes hablan de envejecimiento de la ciencia marxista, no lo entienden como guía para la acción, como lo empleo Marx en las tesis sobre Luis Feurbach.

Queda claro que hoy por hoy, no se puede ser marxista-leninista, muy a pesar de lo que se diga, si no se reconoce la lucha de clases; pero además se requiere ser consecuente en el reconocimiento de la necesidad de la dictadura del proletariado.

No hay, no a habido y con seguridad no habrá, por lo menos en un largo periodo posibilidad de construir el socialismo sin la dictadura del proletariado. Como no hay socialismo sin que existan los rasgos esenciales de ese sistema, como fuerzas productivas desarrolladas, propiedad social de los medios de producción, ausencia de clases explotadoras, desenvolvimiento armónico de la producción, para elevar permanentemente el bienestar de los trabajadores; papel dirigente del partido marxista-leninista, democracia profunda y amplia, igualdad social, florecimiento espiritual de la sociedad.

Estos son algunos de los rasgos generales que deben de existir para que se dé el socialismo, pues como se sabe no hay leyes nacionales ni del capitalismo, ni del socialismo.

Amigos y compañeros:

En este centenario del fallecimiento de Marx, mirando el enorme legado científico que dejó a la humanidad, con profundo agradecimiento podemos afirmar que no ha habido hombre sobre la Tierra, en ninguna época que haya hecho tanto bien por la humanidad.

Carlos Marx, ese hombre que a su esfuerzo igualó su grandeza; ese vasto y sereno cerebro que piensa; ese momento singular de la laboriosa, secular búsqueda que realiza la humanidad para conseguir conciencia de su ser y su cambio, como lo definió Gramsci, agranda su figura y eleva, ante los ojos de la humanidad, su genio.

El hombre más silenciado y calumniado de su tiempo; el hombre más perseguido y al que se desterró a cada momento; el hombre que a pesar de su tiempo escaló las cumbres pedregosas de la ciencia, se sitúa y se mantiene en la historia con el aplomo de un gigante, querido y venerado por millones de seres humanos, que ven en su doctrina la luz para comprender y luchar, para combatir victoriosamente.

Como dijo Engels, al que se pueden aplicar también sus propias palabras: Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.